Adolf Hitler y Charles Chaplin hacen parte de la lista de íconos más reconocidos de la historia universal. Esa larga serie de figuras emblemáticas, de la cual pueden hacer parte desde Marilyn hasta Elvis, desde Kennedy hasta Evita y muchos otros. También están el ya anciano Pato Donald y los muy jóvenes héroes de Matrix. E, igualmente, Alicia, la del país de las maravillas, hasta El Principito que habita un planeta para él mismo.
Lo común a todos ellos es su capacidad de simbolización y su alcance mitológico que va desde la política, pasando por la música y la literatura, y llegando al cine. Cuando la política ha hecho daño real en los antecedentes sociales de hoy, se nos convierte en un placer del mal lejano. El dictador contado como una historia pasada puede ser entretenido, divertido y motivo de estudio cuidadoso para entenderlo y no volver a repetirlo (la historia no conocida condena a repetirla).
La política está referida a un mundo real, en tanto que el cine lo hace de manera virtual. La actual época tecnológica hace énfasis en la teleinformática, el audiovideo y el sonido perfeccionado. Por ello se fabrican más figuras, de ellas muchas irreales, otras que son una representación de la vida cotidiana que los medios reproducen y expanden y algunas mediáticas. Éstas últimas, vivas, rodeadas de una aureola que no les pertenece, pero con el gran mérito de ejercer muy bien su papel de significantes: los actores y actrices, personajes del modelaje y del deporte, del divertimento o el arte, o la política, en general que cuente con suficiente carisma para ser aceptado, reiterado y tener la posibilidad de ingresar al mundo del lenguaje universal que componen las imágenes míticas y los héroes construídos en coyunturas sociales que cada vez son más prontas y efímeras como significado.
Es así como los desarrollos tecnológicos, que van de la megamemoria al hipertexto, dan cabida a que se tenga más amplia oportunidad de crear, pero mucha más de llevar mensajes efímeros. El arte debería tener actualmente mayor evolución e impacto. Se puede, y de hecho es así, crear mundos alternos a imagen y semejanza de lo que se desea a voluntad. Y eso es el arte. Si los demás no comprenden, o entienden difícilmente, nuevos lenguajes, esto es sólo temporal, coyuntural. En adelante, esa nueva lingüística si cuenta con calidad,tendrá lectores rápidos que la haga perenne. Si no, vendrá el olvido.
Con El Gran Dictador no puede pasar esto último. Desde 1940 todavía está ahí y transmite bien lo que quiere decir. Aunque su gran mérito no sería su vigencia en el tiempo sino la lectura de la coyuntura social que logró en ese momento, por ello muchas de las críticas con referencia a este filme asumen que la película fue, o es, visionaria.
Además de su permanencia, su calidad de sesenta y nueve años ya, se debe destacar que Chaplin fuese director, productor, músico y doble actor de su propio guión. Involucró en esta su primer obra fílmica sonora, no sólo sus creencias políticas, sino su esencia de judío.
Chaplin actuando como Hynkel, dictador de Tomania (Alemania), ayudado por Garbitsch (caricatura de Goebbels, Ministro de Propaganda Nazi) y Herring (Mariscal Goering), se acompaña de Napaloni dictador de Bacteria (Mussolini de Italia), decide atacar Austerlich (Polonia) y perseguir judíos.
Aquí las similitudes con la historia de los años treintas y lo que vendría después, es indudablemente premonitoria. Chaplin utiliza diversos lenguajes para criticar y hacer reir.
En el lenguaje escrito dentro del guión de su autoría, los nombres de sus personajes hacen remembranzas burlonas en el idioma inglés. Quizá con base en el uso de cacofonías, Hynkel puede relacionarse con hind (trasero), Garbitsch con garbage (basura) y bitch (ramera), Herring con la misma palabra (arenque), Napaloni con Napoleón, pero más bien con nape (nuca o cogote). Recuérdese que Mussolini se distinguía por ser calvo y tener un fuerte cuello, Bacteria, cuya pronunciación es similar a Italy en inglés, Austerlich, que siendo una ciudad europea, puede relacionarse con austere, que traduce sencillo (Polonia).
De esta manera, Charlie hace arte sin remitirse únicamente al lenguaje visual. Juega artísticamente con el idioma, y estrena sonido en su cine. A ello añade lenguaje actoral, gestual. La recordable secuencia del globo terráqueo con coreografía imaginada aparece en el guión titulada como Danse Routine:
Se dirige hacia el globo con una mano en la cadera y la otra extendida. Lo levanta de su soporte, se produce un momento de concentración mágica y el globo se convierte en una pelota que Hynkel hace rebotar pasando de un puño al otro y por encima de su cabeza. Puede hacer con ella lo que se proponga y el mundo es ahora su juguete. Ríe extasiado, juega, muestra su poder, patalea. Modifica su postura de manos, el mundo por poco se le escapa y para vengarse, lo retiene contra sí, enojado, le da un puntapié y repite movimiento similares. Vuelve a recuperar el globo, lo golpea autoritariamente frente a su escritorio, fanfarronea, lleva al mundo desde el pie hasta su cabeza, y sus nalgas. Pelotea y ríe demoníacamente hasta que el globo estalla y termina por llorar.
Esta película es, por tanto, arte a través de multiplicidad de lenguajes. Si un niño la ve, también la entiende, es decir que la lee.
Por tanto, la obra de Chaplin es aquí literaria por su guión, musical por su utilización del sonido, histórica por su argumento, cinematográfica por aglutinar todos esos lenguajes, y artística. Es arte porque construyó un mundo virtual alterno a su realidad en un espejo risible y utilizando su cuerpo pequeño y de bigote para relacionarlo con el Fuhrer. Chaplin ya tenía este bigotico, sin que Hitler lo influyera. Por eso, como buen actor, presta su figura para remedar permisivamente. No estaba copiando sino escribiendo un personaje con sus propias palabras que, en la actuación, son el cuerpo.
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