viernes, 8 de abril de 2011

TLC DE COLOMBIA Y ESTADOS UNIDOS


Santos y Obama en las fotos de primera plana y en tiempo extra de los canales de TV. Luego de siete años de haber comenzado a estudiar esta posibilidad, de cinco años de firmarse sin ratificación de las instancias congresistas y uno de transcurrido el nuevo gobierno colombiano, se vuelve a reanimar una, por ahora vana, esperanza para el ciudadano común acerca de una mejora del empleo y la calidad de vida, con base en tratados bilaterales que desconocen la libertad de comercio de los otros muchos países del orbe.

Pero, ¿cuáles son las verdades percibibles? En primer lugar, a nivel político se sabe cuáles son las “condiciones” que congresistas de los Estados Unidos han expresado para dar vía al TLC. Están relacionadas coa la protección de activistas sindicales, de la ampliación de los derechos laborales y asegurar los derechos humanos para el ciudadano trabajador colombiano. Los republicanos apoyan la parte del TLC que elimina aranceles de entrada a Colombia de los productos estadinenses, como obvia expresión de su neoliberal ideario. Los demócratas, se ubican al lado de la defensa de la filosofía de la libertad de expresión ciudadana y al alejamiento de modalidades de guerra sucia para el combate a las oposiciones políticas, junto con la preocupación por el eventual aumento de desempleo en ese país que ya ha perdido millones de puestos de trabajo a partir de la crisis del 2008. Un Presidente demócrata podría lanzarse a reelección o bien algún copartidario suyo. Y en coyunturas así todo lobbying, incluso el del ejecutivo colombiano, sirve para alcanza esta meta. Las etapas del acuerdo Obama – Santos simplemente giran alrededor de la promesa colombiana de poner en marcha las respuestas necesarias a las inquietudes democráticas de los congresistas, republicanos y demócratas, de Estados Unidos.

En el plano económico, además de los compromisos escritos sobre protección de derechos de autor, de patentes de productos farmacéuticos y otros similares, los Estados Unidos llevan ventaja en el acuerdo ya escrito. En el plano industrial, una multitud de micro, pequeñas y medianas empresas colombianas (Mipymes), el 91%, que producen el 30% de la riqueza, invierten solo el 20% del total nacional, empleando el 43% de los trabajadores activos, se disputarían entrar al mercado ampliado sin estar preparadas para ello. En Colombia, solo si se tiene certeza del negocio se comienzan a preparar los empresarios y esa es una de las promesas del TLC.

Pero, además de la poca competitividad de Mipymes, el problema grande está en los débiles sectores agropecuarios y en los fuertes sectores agroexportadores nacionales.

El TLC que está escrito se encuentra comprometido a recibir importaciones provenientes de los Estados Unidos, como las siguientes:

1. Arroz por 79.000 toneladas en un país que ha sido históricamente autosuficiente en este alimento.
2. Pollo en presas por 26.000 toneladas
3. Maíz por 2.000.000 de toneladas

Esto a cambio de exportar en los cronogramas establecidos:

1. Azúcar por 50.000 toneladas
2. Carnes vacunas por 5.000 toneladas
3. Tabaco por 4.000 toneladas
4. Lácteos por 9.000 toneladas (100 de leche, 300 de helados, 2.000 de mantequillas, 2.000 de yogures y otros, 4.600 de quesos)
5. Flores, grasa vegetales, algodón y etanol, con arancel cero y libre acceso
6. Frutas y hortalizas, también con arancel cero y libre acceso

Pero, algunos como azúcar, tabaco y carnes, solo después de copar las cuotas ya permitidas por la Organización Mundial del Comercio.

Entonces, un análisis en la superficie de estas pocas y concretas cifras, el TLC tendría como resultado indiscutible:

1. Adquirir cereales como el arroz y el maíz, que se producen en Colombia
2. Adentrar competencia extranjera en el voyante mercado interno de la carne nacional de pollo, la de mayor consumo en el país.
3. Favorecer con libertad total la expansión del mercado de tabaco, flores, algodón y etanol, perteneciente a sectores ya excesivamente protegidos con subsidios y exenciones de toda índole, que poco tienen de agroindustrias ambientalistas y competitividades, demostrado ello históricamente.
4. Fomentar la salida de lácteos nacionales a los cuales una gran proporción de los hogares de menores recursos no tienen acceso consumidor.
5. Y, hablar de frutas y hortaliza exportables en condiciones de total libertad, podría generar aumentos de precios de estos alimentos al consumidor interno, dado que su cadena productiva actual es en cerca del 50% proveniente de economía campesina y micro agricultores, quedando abierta la posibilidad de algunos grandes proyectos de frutas muy específicas.

Como resumen, un Tratado de Libre Comercio, sin libertad, pues condiciona en el lado exportador entregas máximas anuales, cuotas exportadoras y calidades orientadas a sectores de privilegio colombiano, y en el lado importador una apertura amplia a sectores nacionales de por sí débiles.

En el campo de la inversión, de la adquisición de maquinaria y tecnologías de vanguardia, simplemente se prevé que el mercado de la oferta estadinense abre los brazos a las esperadas compras por parte de algunos poco sectores de gran empresa colombiana. Nada de compromisos cuantitativos y si mucho de facilitación cualitativa a los capitales colombianos dispuestos a importar tecnología que, siempre, solo en el primer mercado mundial se consiguen, lo cual no es ninguna novedad ni exigiría acuerdos de alta política. La tecnología de generación previa si sería adquirible en muchos otros países.

En este borrador de análisis parecieran no estar presentes las telecomunicaciones, los transportes aéreos, los hidrocarburos, la minería. No es así, en el TLC se habla de ellos, pero dado que estas estructuras productivas son de gran empresa no se hizo necesario precisar mayores condiciones de león al ratón amarrado que se enternece con los discursos de sus “líderes”.