Por Alfonso Zamudio
Medio país estuvo atento al comienzo de la intervención inusual con rueda de periodistas de un Presidente que desea convencer acerca de que no vió su elefante. Medio país se durmió antes de que este acto mediático de gobierno terminara. Sin embargo, a la mañana siguiente ese mismo medio país se despertó recordando lo inteligente, lo convincente, lo buen hijo, lo buen hermano y lo buen político que es su reelecto Presidente. ¿Es esta una nueva edición de un proceso 8.000 ? ¿Cómo debería llamársele en aras del mensaje claro? Proceso 30.000, quizás (dicen que es el número de desmovilizados de AUC, Convivir, Aguilas Negras y demás mercenarios). O, Proceso 2.920, por el número total de días de sus mandatos (si termina de facto).
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¿Cuál será la diferencia entre un exguerrilero ocupando un cargo de libre nombramiento y remoción dentro del poder ejecutivo del Estado y otro que ocupa un cargo de elección popular en el poder legislativo? Cada uno de ellos ejerce sus funciones en acuerdo con lo esperado para cada posición. Por tanto, esta pregunta no se puede hacer con la tácita insinuación de que el trato presidencial a cada uno de ellos es diferencial puesto que se trata de esencias diferentes en el manejo del Estado. En ambos casos es altamente positivo que un proceso de paz con un grupo armado haya llevado a que algunos de sus líderes crean en formas democráticas de lucha.
El hecho de que un Presidente y un Senador se enfrenten de manera abierta y argumentada lleva a la sociedad colombiana a recordar los debates de la "politeia" que dieron comienzo a la más civilizada de las creaciones humanas que es la democracia como ejercicio dialéctico.