martes, 25 de septiembre de 2012
HISTERIA (LA HISTORIA DEL DESEO; HYSTERIA)
Con la calidad de sus producciones y el humor que caracteriza la cinematografía de origen inglés, se relata la manera en que fue creado el vibrador femenino como instrumento de terapia contra la histeria, una “enfermedad” considerada en su diagnosis inicial como “patología” femenina (etimológicamente, su denominación deriva de “útero”) y que actualmente se sabe como un fenómeno no estrictamente femenino.
Tanya Wexler dirige el filme dentro de sus claros intereses por la temática de la sexualidad (“Finding North”, “Ball in the house”). Traza su historia alrededor del segmento biográfico del inventor del “sex toy”, el Dr. Joseph Mortimer Granville, personificado por Hugh Dancy (“Black Hawk Down”, “King Arthur”), colaborador a su vez del Dr. Robert Dalrymple, interpretado por Jonathan Pryce (“Brazil”, “Evita”, “Piratas del Caribe”), terapeuta de damas mediante masajes de placer clitoridiano que las lleva masivamente a su consulta. El aparato, diseñado para sustituir la cansada mano terapéutica, sería patentado en 1902 por la empresa de electrodomésticos Hamilton Beach y distribuído por la cadena Sears Roebuck, luego de lo cual ha tenido variados desarrollos como “dildo” portable.
En la época, finales del siglo XIX, los orgasmos eran denominados “paroxismos”, y el adminículo diseñado pudo haber tenido nombres como “vibratorium, climaxil, paroxysmador, excitador, gemidor”, hasta llegar a Electro-Vibratory, nombre oficial de lanzamiento como utensilio de Portable Massages.
Felicity Jones (Emily) y Maggie Gyllenhaal (Charlotte) son las hijas sumisa y rebelde de Dalrymple, a través de cuyos caracteres se delinea el punto de quiebre entre el decimonónico destino tradicional de la mujer y el naciente activismo autonómico de las mujeres en su pregón por el sufragismo y el derecho a los tres ochos (trabajo, ocio, sueño), con emparentamiento en las ideas socialistas. Ruppert Everett (“Crónica de una muerte anunciada”) hace Edmund St. John-Smythe, el creador de los componentes eléctricos rotativos que permitieron la novedosa aplicación.
Los elementos fundamentales de este guión son reales e históricos, recreados con un basamento sencillo que le resta malicia y le aporta el toque profesional que tuvo como innovación médica. No obstante, se llega a sugerir en un punto climático del filme, que pudo haber llegado a ser dictada por un tribunal la condena a histerectomía, destinada a mitigar los arrestos de rebeldía de Charlotte, a la usanza bárbara. En general, el filme es un buen relato de un detalle histórico que pocas veces se ha “meneado” públicamente y que el gran público podría poner en duda imaginando visos de ficción inexistentes en esta simpática y realista puesta en escena.
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