lunes, 28 de marzo de 2011

LOS COLORES DE LA MONTAÑA (THE COLORS OF THE MOUNTAIN)


Carlos César Arbeláez es un novel director-guionista colombiano que con esta ópera prima se está permitiendo comenzar el rutinario recorrido por los festivales, fundamentalmente los europeos, que abren los ojos a nuevos y talentosos productores.

“Los colores…” hace referencia a la Antioquia, conocida coloquialmente en las demás regiones como “la montaña”. A través de los ojos de Manuel y de su pequeña pandilla de amigos futboleros trata de darle una visión del desplazamiento forzado de familias campesinas a un público que conoce más de California que de las zonas cafeteras.

En este país de conflicto interno de vieja data, donde un poco más del 25% de la población es rural, la inmigración a las ciudades no es sinónimo de modernización sino de atraso impulsado por la violencia. Cerca de 1,7 millones de hectáreas han sido objeto de abandono, lo cual representa cerca del 50% de la superficie cultivada y una acentuamiento de la desigual estructura de propiedad donde el 0,5% de los propietarios (grandes) posee el 63% de la tierra, el 14,5% de propietarios (los medianos) tiene el 28% de la tierra y el 85% (pequeños) cuenta solo con el 9%.

De los 1099 municipios colombianos un 90% son expulsores de población, por acción de la guerrilla en el 45,8% de los casos, de los paramilitares en 21,8%, por acción de la Fuerza Pública en 1,1%. El narcotráfico y la delincuencia común generan el 31,3%, sin ser actores de la guerra, o por lo menos sin poderse identificar con calridad su interrelación con los demás grupos.

De acuerdo con información nacional del CODHES e internacional de ACNUR, como resultado del conflicto, Colombia cuenta con 5.200.000 desplazados internos, es decir el 14,3% de los desplazados del mundo, que corresponden a cerca del 11,42% de la población actual del país. De esta manera representa el segundo país, luego del Sudán, con este problema, siendo Irak, Somalia, República Democrática el Congo y Myanmar los siguientes en la lista.


Generalizando con las diferencias entre desplazamiento interno y desplazamiento externo (traspaso de fronteras), este es un problema universal más por sus características que por sus dimensiones. Arbeláez, el director de este respetable filme, no deja indicios de dicha universalidad, algo que aunque deseable cabe reconocer no era tan necesario al filme.

Por otra parte, ya en lo local de su enfoque, Arbeláez logra su objetivo central de mostrar las condiciones en que Genaro evita inmiscuirse en el fuego cruzado de contendientes que no reparan en su neutralidad. El director recurre a un simbolismo simple del balón de fútbol para “universalizar” su pequeño relato. Se apoya en el peligro de pisar tierra con minas “quiebrapata” o antipersonas, para dotar de suspenso su filme, lográndolo. Sin embargo, centrarse en Manuel, un niño de 9 años de suficiente inteligencia, se convirtió en un elemento desperdiciado. Convierte al carismático infante en un protagonista que escucha conversaciones sin comprenderlas, restando sentimiento a su participación. Si se recuerdan “Voces inocentes” de Luis Mandoki (conflicto salvadoreño), “Las tortugas también vuelan” de Bahman Ghobadi (Kurdistán iraquí), “Cometas en el cielo” (Afganistán, Irán y Pakistán), son unos pocos de la innumerable cantidad de ejemplos del cine de este milenio producido alrededord de la vivencia de los niños en la guerras de sus mayores. En otro ámbito, cabe traer a cuento el manejo diestro de la introversión en “off” o en “on”, que sabe hacer siempre un Giusseppe Tornatore, aunque no en escenarios de guerra abierta, o del colombiano Lisandro Duque Naranjo (“Los niños invisibles”).

Más allá de carente producción, del mínimo presupuesto, del inhábil manejo de cámara, el error fundamental de “Los colores…” es el desperdicio del protagonista niño que deja en manos del talentosísimo actor Hernán Méndez (rol del padre) la carga de poner a flote este filme artesanal.

Posdata: Abril 4, Día Internacional por la sensibilización contra las minas antipersonales