La directora y escritora argentina de 34 años, cuenta con dos largometrajes: “XXY” de 2008 y “El Niño Pez” de 2009. Pero también, varios guiones para otros directores, como en la reconocida "La Puta y la Ballena" (de Luis Puenzo, el recordado por “La historia Oficial”, Oscar a película extranjera en 1985).
Lucía Puenzo obtuvo con XXY más de 20 premios internacionales, Grand Prix de la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes, Goya y Ariel, entre muchos, en los festivales de Edinburgo, Bnagkok, Atenas y Montreal, entre otros.
Sus novelas "El niño pez" (2004), "Nueve minutos" (2005), "La maldición de Jacinta Pichimahuida" (2007), "La furia de la langosta (2009), han sido editadas en Argentina, España, Francia, Alemania, Italia, Estados Unidos y Brasil.
XXY
XXY trata de hermafroditismo y El niño Pez, de lesbianismo. En ambas se revela la actuación de Inés Efron, una chica flaca de 25 años, con rasgos y modales de muchacho, sin perder su femineidad profunda. Pero los dos interesantes filmes no dependen de sus dos importantes roles, sino de la buena escritura que hay tras de sus libros y su guión.
“XXY”, parece hacer referencia al síndrome de Klinefelter, una anomalía cromosómica. Los hombres tienen los cromosomas 44XY (46), las mujeres los cromosomas 44XX (46) y, en este caso, 44XXY (47). Esta disgenesia tiene una incidencia de 1 en 500 en los recién nacidos vivos varones. No importa mucho este debate científico, en cuanto lo que juega es el hermafroditismo al cual la madre cree podría resolverse mediando cirugía de pene, el médico aporta corticoides para evitar la barba y el padre resuelve preguntar a su “hijo” por su decisión libre. Alex, hace el amor como chico, se masturba igualmente, pero se comporta como chica y es perseguido por curiosidad. La solución a la trama es la libertad de elegir y el amor normal. Los referentes se orientan a la biología marina, la cirugía plástica, el mar y el rechazo a la hipocresía y el autoritarismo de la vida urbana.
El Niño Pez
“El niño pez”, es un argumento un tanto policiaco, publicado como novela en Editorial Beatriz Viterbo, de Argentina en el 2004. Trata del amor entre Ailín, la mucama, y Lala, la hija del hogar de clase alta de un importante Juez. Ailín mantiene tres relaciones: Vasco, un entrenador de perros para pelea, ser abusada por el Juez y amar a la hija de este último. Las chicas planean escaparse. De la forma más imprevista, el intento de suicidio de Lala al descubrir a su padre abusando una vez más de Ailin, se convierte en la muerte del Juez. El extraño niño pez aparecerá cuando Lala escapa a la Argentina en tanto Ailin se encuentra interna en una correccional de menores. Lala tratará de confesar para ayudar a Ailin, de quien se entera que el motivo de que hubiera emigrado a la Argentina había sido estar embarazada de su propio padre, el actor. Luego de una accidentada fiesta organizada con las menores de la correccional, por parte de un delincuente que había comprado el cuadro robado, se sabe que Ailín arrojó hace años a su bebé moribundo a las aguas para que lo protegiera la deidad del lago. Ambas escaparán a Paraguay.
La dirección y el guión cumplen la Ley de Zam
Lucía Puenzo logra dos filmes originales, bien escritos, plenos de simbología, con profundidad feminista. Su lectura semiológica lleva a significantes acuáticos y embriológicos. La mitología campesina y la biología marina, permitirán dar significado medular a las historias. El agua marina, el agua dulce, el agua lluvia, completan la escueta exposición de los seres humanos a la tediosa cotidianeidad de sus azarosos destinos. La desnudez humana revela las autenticidades de los personajes y el intimismo natural de los relatos.
Los miedos adolescentes, las pulsiones sexuales tempranas y las tardías, explican la problemática central de las narraciones. El amor juvenil, puro y auténtico, resuelve los desenlaces.
Los signos son el pez-niño y la tortuga desmembrada. La inofensiva leche que es envenenada, el vino como forzado significante de adultez. La lascivia lesbiana como rechazo a la incompetencia amatoria vital de los hombres maduros y la otra cara del abordaje sexual hermafrodita como expresión posible del amor heterosexual.
La cámara es un buen testigo, la escenografía es estricta y sin pretensiones, no hay decorados extraargumentales, el color es natural y propio de los otoños australes. Puenzo se sale de los parámetros latinoamericanistas redundantes y forzosos, exhibiendo una tranquila dirección de actores. Un buen par de filmes que podrían calificarse de semiótica sexual, sociobiológica y cine de autora, con pocos años y mucho talento.