viernes, 21 de junio de 2013
LOS CAÍNES
Al finalizar esta serie colombiana debe reiterarse una verdad que el rumor no enterado contra los dos principales canales del país no reconoce: los actores y actrices nacionales tiene nivel internacional de calidad sin perder su autenticidad de raza y lengua. Las producciones colombianas de carácter televisivo, hay que decirlo, son mejores en promedio que los bajos niveles del cine nacional.
Esta enorme calidad de gran parte de las producciones de Caracol y RCN supera usualmente lo que llega de Venezuela, Ecuador, Perú, Chile, Centroamérica, México, y es de igual estatura que los buenos productos de Brasil y Argentina.
“Los Caínes” es la historia colombiana dramatizada de manera más didáctica que no lo han podido hacer en el último siglo aquellos libros, del tipo “Historia de Colombia, Padre Justo Ramón, editorial Librería Stella”, excelentes trabajos hermenéuticos, poco objetivos, apologéticos y cultores de algunas personalidades cuyos pecados políticos y burocráticos han ido descubriéndose con el paso del tiempo.
En esta línea de comentario, no debe producir sonrojo, primero, reconocer que algunas series nacionales deben ser vistas y, segundo, que algunos de los libros menos enaltecidos deben ser leídos. Esto se cumple con los 100 capítulos de “El patrón del mal”, en esencia basada en “La Parábola de Pablo” de Alonso Salazar (exalcalde de Medellín). Otro, aquel que estaría por escribir, basado en el guión de “Tres Caínes”, escrito por Gustavo Bolívar (“Sin tetas no hay paraíso”). Estas dos referencias son soporte para la validez de la TV, en algunos casos como estos, y de cierta literatura que es usualmente despreciada por las editoriales tradicionales con sus autores corporativos. Se premia la tradición, se reconocen valores literarios un tanto anacrónicos y se educa, con base en ello, a generaciones consecutivas que no adquieren lectura profunda, ni capacidad de escritura fácil, tras lo cual las simbologías matemáticas y las propuestas de problemas numéricos resultan ininteligibles por la mayoría de estudiantes y de “doctores”. Un mejor servicio se le haría a la pedagogía colombiana sustituyendo algunos textos del currículo oficial del Ministerio de Educación por obras como las citadas u otras similares (“La Virgen de los Sicarios”). Pero hay una paranoia decimonónica en nuestros dirigentes y profesores sobre los supuestos de aprendizaje vicario en sus contenidos.
Quizá resulte largo el introito para reconocer que “Los Tres Caínes” no debió generar tan falsos y subjetivos pareceres sobre sus mensajes. Violencias las hay peores y menos justificadas en producciones internacionales, que son ávidamente vistas en las salas de cine. Colombia es temerosa y pacata, cierra los ojos a sus pecados, mira hacia el norte con pretensiones inmerecidas, odia que le recuerden lo que ha sido y es como sociedad injusta y excluyente.
Gustavo Bolívar es un excelente literato, lo que se puede comprobar con el muy referido “Si tetas no hay Paraíso” y quizá leído pero en secreto. El elenco de la producción en mención, de RCN, mostró un nivel de formación actoral, que debe reconocerse a todas voces en todos y cada uno de los participantes. Pero debe citarse, como ejemplos, a Julián Román “Carlos Castaño”, y los hermanos, estelarizados por Elkin Díaz “Vicente” y Gregorio Pernía “Fidel”, a Eileen Moreno “Romualda Castaño”, a Julio Correal “Doble cero”, o a Margarita Reyes “Támara”.
Hay dramatización de los hechos reales, hay ficción que combina emociones, actos de amor y detalles de contexto. Pero en medio de ello los hechos históricos que al país deben dolerle, pero “sin taparse los ojos con la falda” en esa media nación de “Procuradoría”. El despliegue de esta producción en escenas de batalla dentro del conflicto interno, es loable, y puesta en alta definición. En cuanto a los contenidos, que gran parte de los televidentes no reconocían previamente de forma tan clara, están las alianzas paramilitares-ejército, las presiones y relaciones parapolíticas con congresistas y la cooptación con mandatarios regionales para captura de rentas del fisco oficial, al igual que las masacres y/o genocidios planteadas por los actores armados como “tácticas de guerra”, pero también, las pugnas internas de narcotraficantes y paramilitarismo al igual que su asociación en el negocio de las armas y la droga.
Los 70 capítulos de “Tres Caínes” son confiables en cuanto a su apoyo histórico y, por ello, al igual que “El patrón del Mal”, se pueden llamar documentos serios a los que se debe poner mayor atención analítica y menos paranoia infantil. Esta ha sido una excelente muestra de arte e historia colombianas, que no debe ser tachada como apologética por el solo hecho de entrar de manera atractiva a la placidez de los hogares familiares.
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