viernes, 3 de junio de 2011
RÁPIDO Y FURIOSO 5 (FAST FIVE) SIN CONTROL
Justin Lin ha dirigido unas tres versiones de la exitosa saga que ha durado una década con sus excelentes manejos de cámara ubicua, de velocidad y de una ambigua mezcla de justicia y delincuencia, de violencia y hermandad, que le da la pimienta que llama al público adolescente a saborear como hot dog estas películas.
Ha estado en Estados Unidos, en Tokio y ahora en Brasil. Las favelas se han convertido en atractivo sitio de desarrollo de historias thriller latinoamericanas, a más de pertenecer a ese tipo de gran mercado de las BRIC (Brasil, Rusia, India, China, que suman la mitad de los habitantes del mundo), que destaca el papel de una población como consumidora fuente de crecimiento y grandes sumas. De ahí que en “Fast Five” llegue a quemarse el dinero en bultos fabulosos de sumas incontables.
Las favelas han sido explotadas en el cine del presente milenio por talentosos y taquilleros, desde Meirelles (“Cidade de Deus”), Jose Padilha (“Tropa de elite” I y II) y una media docena más que no ha entrado a la cartelera colombiana. Portugueses, franceses y brasileños han desarrollado sus historias de amor, de contraste de clases, de muerte y violencia, allí en las periferias de Fortaleza, de Sao Paulo, de Rio de Janeiro, Curitiba, Belo Horizonte y otras tantas de las ciudades de Mina Gerais y Pernambuco, estados que completan más de 2000 favelas en el país, según el censo 2000 del IBGE, conteniendo una población que está alrededor del 26% de los 203 millones de habitantes del país.
La cocaína, es el epicentro económico de la pobreza allí dominante, en esos suburbios sin futuro y generatrices de las tasas altas de homicidio de 32 a 40 por 100.000 (en Colombia es de 25 a 37 x100.000, Salvador 49, Honduras 55 e Irak de 89 ¡!!,pues según la fuente las cifras varían).
Dominic y Cía., se fueron a Brasil por no tener tratado de extradición con Estados Unidos, “ventaja” que es un lugar común muy mencionado en el cine norteamericano. Los guionistas gringos globalizan a sus delincuentes llevándolos a países como Venezuela o algunos de África y la Asia Árabe, por este mismo motivo. En el caso de “Fast Five” estos “desperados desesperados” llegan con armas, dólares, nenas lindas y músculos en camiseta, para “asustar” mafiosillos de pecho desnudo y metralleta, de pobreza física y dignidad basada en la fuerza, para saltar en los débiles techos de zinc y llenar con orificios de bala las tristes paredes de los hogares latinos “beneficiados” con la “justiciera” intervención de estos conductores rápidos que van en contra del Padrino local. Este tratamiento de las favelas ya no es el de denuncia social propio de las producciones internacionales desarrolladas allí. Ahora, llegan rápidos y furiosos los gringos con un marcado tinte de prepotencia simpática sin ninguna analítica del grave problema social tras estas enormes "comunas" brasileñas.
“Fast Five” entró a las favelas con un discurso moralista en contra del narcotráfico, pero para hacer “cinetráfico” y mercadeo en grande, producción barata en BR$ o Reales y recuperar con creces los USD$125 millones gastados en estruendos, bombas y tiros. La industria cinematográfica del primer mundo encontró, este es un buen ejemplo de ello, que para no quedar a la “zaga” del cine del tercer mundo resulta buena la explotación de franquicias comerciales de las “sagas” intrascendentes y entretenidas.
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