miércoles, 28 de diciembre de 2011

EL ÁRBOL DE LA VIDA (THE TREE OF LIFE)


Terrence Malick (68) cuenta con solo ocho filmes en algo más de 40 años. Es uno de los menos prolíficos directores de cine, escritor y productor. Pueden recordarse dos de sus filmes: “Days of Heaven” (mejor director Cannes), ante todo por el protagonismo de Richard Gere, y “The thin red line” (mejor director Berlín) con una distancia entre ellas de 20 años (1978…1998). Con “The tree…” (Palma de oro, Cannes) se gasta US$32 millones para hacer referencia al símbolo cabalístico y concepto metafísico judío, luego cristiano, hermetista y pagano, de las 10 Sefirot (Providencia, Sabiduría, Inteligencia, Misericordia, Justicia, Belleza, Victoria de la Vida sobre la Muerte, Eternidad del Ser, Fundamento y el Reino).

Malik es sirio libanés, filósofo (Harvard y Oxford), master (American Film Institute), docente (MIT) y periodista free lance. Entre sus curiosidades-extravangancias, firma cláusulas de no aparición gráfica o fotográfica, y alguna vez escribió el guión de una de las entregas de “Harry el sucio” (Clint Eastwood).

Este extraño director intenta una fusión filmofilosófica que no ha ido bien con las exigencias comerciales. Pero se le respeta como una de las visiones necesarias al oficio del cine y a su riqueza creativa. El “mensaje”, queda en el aire pero llega a muy pocos, siendo su falla. El estilo se parece a muchos momentos a un Lars Von Trier (en sus mejores momentos, por ejemplo la próxima “Melancholia”).

Alexandre Desplat aporta su siempre buena música, que pleno de nominaciones ha ganado solo con la reciente “The king´s speech”, quizá muy convencional.

La influencia de la parte de rodaje en la India se reconoce en el ritmo. El deseo de no canibalizar la innumerable cantidad de documentales se debe reconocer en que las tomas del espacio fueron realizadas con técnicas Imax y todo el material visual es original para este filme. Pero, aun así, para ojos avizores no hay nada extraordinario ni novedoso en ellas. Son imágenes grandilocuentes, pero planas. Aunque, como comentó Robert de Niro en su función de jurado en Cannes, “la película tiene el tamaño, importancia e intención como para merecer el premio”.

Para quienes no asisten al teatro con información previa, la película es aburrida en su primera mitad y tediosa en ambas. En ello incide la poca creatividad de las tomas sobre la naturaleza (de las cuales están saturadas los canales tipo Discovery) y la mínima opción actoral que tiene los protagonistas. Pitt simula rostro de padre severo años cincuentas y Penn arruga icónicamente su malhumorada faz de siempre, ambos con escasos textos.

El trailer promocional, el poster con Pitt y Penn, jalarán algunos pero pocos a la taquilla. Todos comprenderán la parte argumental pero echarán de menos la creatividad en el uso de una cámara que no esté simplemente absorta, en un argumento que no confunda tristeza con reflexión y mire con perspectiva optimista lo que Malick interpreta como rivalidad de la civilización y la persona humana con la naturaleza.