domingo, 16 de julio de 2017

LOS ERRORES DEL DOCENTE

La docencia es una ocupación humana destinada a mejorar el conocimiento de la vida, el mundo y la realidad en los discentes, alumnos, estudiantes, o como se les quiera denominar. En general la labor docente debe ser de coordinación entre los sofismas y las verdades, entre lo subjetivo y lo objetivo, entre lo mítico y lo cierto y, en general, a hacer de puente transformador de la ignorancia en cognición. Se trata de la mediación adulta a la que refería Lev Vygotsky que como resultado ha de dar el diagnóstico de la zona de desarrollo proximal en cada estudiante (déficit) y la posterior apropiación por su parte de los conocimientos que la llenen.
La palabra docente deriva del término latino docens, de docére o “enseñar”, siendo sinónimo usual de profesor, educador o maestro, aunque lo uno, lo otro y lo tercero puedan tener leves diferencias conceptuales. Según Alvarez Llanos (2013), “docente” es quien cumple un rol profesional y “profesor” quien realiza un rol pedagógico. Por otra parte, “educador” significaría el cumplimiento de un deber social y transmisión de conocimientos, mientras que “maestro” sería aquel que le da una dimensión humana y científica a la enseñanza y la convierte en su proyecto de vida. Las acepciones llevarían, en resumen, a la enseñanza docente, la actividad profesoral, la vocación social y la maestría investigativa.
Mucho se habla de la calidad de la educación, del papel transformador de los profesores y de su importante incidencia, sea positiva o negativa, en el desarrollo de las nuevas generaciones. Habría que comenzar por aceptar algunos errores que persisten en la personalidad educadora de muchos profesores, debidos quizá a la connotación de clase que conlleva el “habitus”, del que hablaba Pierre Bourdieu, tan acertadamente, al hacer una formulación sistémica y sociológica al “hexis” aristotélico. Esto es, aquello que va de lo interior a lo exterior del individuo proveyéndole de elementos de posicionamiento social continuo. Bourdieu hacía referencia a “estructuras estructurantes estructuradas”, es decir a elementos de formación previa que adecúan a la persona a la sociedad pero permitiéndole a su vez adecuar a esta a su conveniencia manteniendo el estatus deseado. Lo cual hace referencia a una cultura hegemónica que se impone constantemente y de manera en apariencia desapercibida a través de una denominada “violencia simbólica” bourdiana.
De acuerdo con lo mencionado se puede llegar a que el oficio del docente, en cualquiera de sus acepciones ya mencionadas, significa el ejercicio de un tipo de violencia simbólica que busca mantener el predominio de una determinada cultura, en concordancia con el habitus propio del educador. Es por ello que el docente representa una orientación cultural específica a la cual se adhiere como significado de una forma de ejercicio pedagógico que a su vez se hace significante.
El primer error docente
Con base en lo precedente debe decirse que el docente puede llegar a confundir el interés individual de mantener su posición social con la esencia de su tarea. Este error consiste en suponer que su propia persona es esencia o génesis del conocimiento, olvidando que su rol básico es la intermediación de dicho conocimiento como un producto social cambiante. Este usual error docente distorsiona los procesos de formación pues constriñe en el discente su capacidad de “aprender a aprender”, bajo la premisa de que la fuente del aprendizaje residiría solo en la persona docente, restando importancia a las demás representaciones del saber, entre las cuales el estudiante debe aprender a acudir al entorno científico de publicaciones, la acumulación bibliográfica, el intercambio comunicacional entre pares y superiores, o al mismo conocimiento empírico que se produce con la experiencia.
En resumen, el discente resulta inmerso en una dependencia respecto al pedagogo y no apropia el conocimiento como una competencia. De tal manera que no accede al logro de adquisición de la conciencia del cómo aprender, del dominio de los mecanismos necesarios para tal efecto, de la apropiación del sistema de análisis, síntesis y propuesta de las ideas. Esto es, de la asimilación y acomodación (Pacheco Ríos), o del aprender a aprender entendido como el tomar todos los conocimientos que te da la vida para usarlos en beneficio propio y de los demás (Moraga Giovanetti), en autocontrolar el aprendizaje (Santibáñez Cerda), de ver el mundo desde otra óptica, de desaprender lo aprendido y de asimilar lo novedoso (Cotes), entre otras muchas acepciones del “aprendizaje para aprender”. La solución al primer error docente está entonces en que, bajo un lenguaje sistémico, el estudiante debe pasar de ser un sistema cerrado a uno de condición abierta permitiendo la entropía necesaria para su constante crecimiento cognoscitivo.
El segundo error
El saber, privilegiado sobre el saber hacer, resulta en un común error docente (CONTINUARÁ…).

viernes, 7 de julio de 2017

El Andino y la Nacional

El tema del atentado al Centro Andino ha contrapuesto dos polos de opinión nacional. El primero de ellos perteneciente a una clase social con privilegios que ha de verse afectada con la intención primaria del acto terrorista en sí. El segundo, una opinión proveniente fundamentalmente de la parte amplia de la pirámide social colombiana, que representa a lo menos dos tercios de la población.
En el primer grupo la sensación ocasionada es quizá que ha de votar en las próximas elecciones por sectores políticos que no amparen con supuestas impunidades a los rebeldes de todo origen. El segundo conjunto poblacional siente que está representado y señalado con el dedo acusador de una falsa justicia en los inculpados iniciales. Los unos con diversos poderes tras los tronos económicos y políticos, los otros con el simple capital de oportunidades de acceso no pleno a la opción de progreso social mediante el recurso académico.
El fenómeno ¿es una responsabilidad mediática? Sí. Como en las aulas de comunicación se aprende, hay un “framing” y un “setting” del asunto. Se encuadra la noticia y se ajusta a la realidad del colombiano, su ubicación social y su clara lucha de clases académica. Las redes sociales hacen mofa del hecho que quienes delinquen con cuello blanco no se reconozcan por el aula de origen, mientras que los posibles terroristas son adjetivados mediando la universidad pública a la que pertenecen.
Realmente no se está estigmatizando a las universidades. En esto cabe aclarar el lapsus conceptual del exrector Wasserman: “Nadie debe ser condenado ni absuelto por el lugar donde vive o donde estudia”. No, maestro. Eso es exactamente el revés de lo que se debe reclamar. Ningún lugar de estudio debe ser condenado por las inculpaciones o los delitos que reciban o cometan sus estudiantes o egresados.
En el caso específico, parece no poder negarse que el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), siendo una organización tan formal como se quiere hacer aparecer, si está en apariencia integrada por estudiantes de la mencionada universidad.
Es así como, respecto a lo expresado por el rector Mantilla de la primera universidad pública colombiana, respecto a las “preguntas esenciales: ¿es habitual estigmatizar a las universidades públicas? ¿Tiene algo que ver la Nacional, o cualquier universidad, con el actuar delictivo de algunos de sus miembros?”, la respuesta es probablemente positiva. Algunos casos recientes de individuos subjúdice identificados como de la Universidad de los Andes contiene el mismo ingrediente esencial: la ironía respecto al origen social. La defensa que hace Mantilla respecto de la Nacional mediante el recuerdo de personajes como Cano, el periodista, o Lleras Restrepo, el presidente, contiene esta ironía, pero inversa.
Si los beneficiados por Pilo Paga prefieren las universidades privadas, lo hacen “por las oportunidades laborales”, pero representadas en su “habitus”, a la manera de Bourdieu. Igual sucede en la Nacional y las demás universidades oficiales. Es este “habitus”, bien cargado de ideología, lo que hace las diferencias generadoras de la referida ironía mediática. Es la ironía sobre el origen social y el “habitus” diferencial de universidades públicas y privadas lo que los medios utilizan por ser una evidente realidad que no se debe tapar con un dedo.