viernes, 7 de julio de 2017
El Andino y la Nacional
El tema del atentado al Centro Andino ha contrapuesto dos polos de opinión nacional. El primero de ellos perteneciente a una clase social con privilegios que ha de verse afectada con la intención primaria del acto terrorista en sí. El segundo, una opinión proveniente fundamentalmente de la parte amplia de la pirámide social colombiana, que representa a lo menos dos tercios de la población. En el primer grupo la sensación ocasionada es quizá que ha de votar en las próximas elecciones por sectores políticos que no amparen con supuestas impunidades a los rebeldes de todo origen. El segundo conjunto poblacional siente que está representado y señalado con el dedo acusador de una falsa justicia en los inculpados iniciales. Los unos con diversos poderes tras los tronos económicos y políticos, los otros con el simple capital de oportunidades de acceso no pleno a la opción de progreso social mediante el recurso académico.
El fenómeno ¿es una responsabilidad mediática? Sí. Como en las aulas de comunicación se aprende, hay un “framing” y un “setting” del asunto. Se encuadra la noticia y se ajusta a la realidad del colombiano, su ubicación social y su clara lucha de clases académica. Las redes sociales hacen mofa del hecho que quienes delinquen con cuello blanco no se reconozcan por el aula de origen, mientras que los posibles terroristas son adjetivados mediando la universidad pública a la que pertenecen.
Realmente no se está estigmatizando a las universidades. En esto cabe aclarar el lapsus conceptual del exrector Wasserman: “Nadie debe ser condenado ni absuelto por el lugar donde vive o donde estudia”. No, maestro. Eso es exactamente el revés de lo que se debe reclamar. Ningún lugar de estudio debe ser condenado por las inculpaciones o los delitos que reciban o cometan sus estudiantes o egresados.
En el caso específico, parece no poder negarse que el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), siendo una organización tan formal como se quiere hacer aparecer, si está en apariencia integrada por estudiantes de la mencionada universidad. Es así como, respecto a lo expresado por el rector Mantilla de la primera universidad pública colombiana, respecto a las “preguntas esenciales: ¿es habitual estigmatizar a las universidades públicas? ¿Tiene algo que ver la Nacional, o cualquier universidad, con el actuar delictivo de algunos de sus miembros?”, la respuesta es probablemente positiva. Algunos casos recientes de individuos subjúdice identificados como de la Universidad de los Andes contiene el mismo ingrediente esencial: la ironía respecto al origen social. La defensa que hace Mantilla respecto de la Nacional mediante el recuerdo de personajes como Cano, el periodista, o Lleras Restrepo, el presidente, contiene esta ironía, pero inversa.
Si los beneficiados por Pilo Paga prefieren las universidades privadas, lo hacen “por las oportunidades laborales”, pero representadas en su “habitus”, a la manera de Bourdieu. Igual sucede en la Nacional y las demás universidades oficiales. Es este “habitus”, bien cargado de ideología, lo que hace las diferencias generadoras de la referida ironía mediática. Es la ironía sobre el origen social y el “habitus” diferencial de universidades públicas y privadas lo que los medios utilizan por ser una evidente realidad que no se debe tapar con un dedo.
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