lunes, 28 de septiembre de 2009

La globalización


El país nacional, el espacio virtual y el mundo global, son términos que podrían parecer redundantes. No obstante, la referencia va al constante asedio de las noticias sobre los grandes negocios, que más que esto son business over bussines, BoB. Es decir, que la constante actual son las fusiones, las conglomeraciones, las adquisiciones y las compras de unos por parte de otros. ¿Era eso mismo lo que en épocas aún recientes se denominaba simplemente monopolización?
No. La presión competitiva es tal en el mundo globalizado que las organizaciones exitosas están obligadas a la integración vertical y horizontal, como mecanismo de supervivencia. Empero, esta clase de integraciones no es solo interna sino internacional, con orientación a mercados masivos ya no representados en segmentos nacionales diferenciados sino en clusters internacionales estandarizados.
La banderas pierden colorido, las fronteras se difuminan y los capitales se suman a un nivel supraestatal. Ls empresas del sector privado dictaminan sobre lo que se hace necesario que los Estados conozcan, para que haya una respuesta de política eficiente y eficaz.
¿Ha sido esto derivado de la poca competencia de los Estados, signados por clientelismo (incidencia nociva del sector privado en sus decisiones), de la corrupción burocrática (venalidad de políticos y funcionarios públicos) o del poderío de naciones más desarrolladas sobre Estados obsecuentes?
Hay muchas razones. Se puede proponer una hipótesis: el conocimiento de la ciencia política y el avance tecnológico (no solo en teleinformática, lo que suele ser un error de apreciación) han franqueado barreras imposibles que prevalecieron hasta finales del siglo pasado. En esto, habría algo del "fin de la historia de Fukuyama", que resulta innegable.
En lo político, los procesos de democratización han sido evidentes, la puesta de oído en el sentir de las masas resulta de consulta obligante antes de las decisiones de los gobiernos, el reconocimiento al hecho de que la sociedad si puede enfocar sus esfuerzos en la paulatina eliminación de factores de pobreza, que han sido el mayor oprobio alrededor de cuya solución ni los ideales más altos se han podido poner de acuerdo, y en lo cual ya no debe caber duda alguna, hacen que deba aceptarse que los supraniveles de la sociedad global han madurado.
Hace un siglo, las crisis financieras mantenían sus efectos durante décadas, hoy se apaciguan en menos de tres días. Hace poco más de medio siglo las guerras eran decadales y dejaban odios y antagonismos a todas las generaciones. Hoy, lo cual no es en ninguna forma una justificación ni un consuelo, son focalizadas, aunque sus causas y efectos se expliquen en los intereses del fuerte sobre el débil.
Así las cosas, el mundo se empequeñeció y eso resulta positivo. Se puede comenzar a irradiar los avances que el hombre ha logrado en el dominio de la naturaleza, así sea mediando los muchas veces odiosos términos de mercado y precio. Muchas de las propuestas de pensadores hindúes, chinos y asiáticos, en general, nobeles, filósofos y "gurúes", acerca de bancos de pobres, vías de desarrollo, modelos de equidad, se basan en el mercado con indicaciones de los aparatos estatales no dirigistas. Caba reconocer que en este inmenso proceso "El Capital", ese know how del que tanto se discute, se beneficia siempre en primer lugar para generar las sinergias que, en supuesto, han de favorecer a los demás, la mayoría olvidado y expectante. El Estado en estas perspectivas es el medio de coordinación de la puesta en práctica de dichos modelos. No el organizador, instigador y controlador de viejas épocas, sino el amistoso sistema normativo, auditor y de gestión que se requiere para que esta inconmensurable máquina global extienda sus brazos y atienda a los deposeídos de siempre en el confín del mundo.