domingo, 17 de enero de 2010

El Solista


Joe Wright, tiene el mérito de haber dirigido las bellas Pride & Prejudice, de 2005, y Atonement, de 2007 (ambas con la reconocida, pero disléxica y anoréxica, Keira Knightley). Pero a Wright se le alcanza a salir de control The Soloist, de 2009. Confió quizá en que contar con Jamie Foxx (premio Oscar como Ray Charles) en el rol del esquizofrénico habitante de la calle, Nathaniel Ayers virtuoso frustrado del chelo, y con Robert Downey Jr, como el periodista Steve Lopez, quien escribe una nota sobre el anterior personaje en The Angeles Times, era suficiente. No.
Además, el sobreactuado Downey no ha aplicado bien sus talentos sino para fungir de su reconocido Chaplin, de 1992 (como anotación 12 de sus 60 películas, han sido hechas bajo la dirección de su homónimo padre o, en otras con la producción de su madre).
El filme sorprende en cuanto descubre un ambiente tipo “calle del cartucho” en Los Angeles. Despierta expectativas, pero tiene pocos momentos de belleza musical y le faltó buen guión y dirección de actores.

Flame y Citron


El cine danés puede recordarse por Gabriel Axel y El festín de Babette, 1987; Bille August y Pelle el Conquistador, 1987 más “Las mejores intenciones”, 1991 sobre Ingmar Bergman. Se le puede recordar también por el movimiento Dogma con Lars von Trier, Thomas Vinterberg “Todo por amor”, 2002, Søren Kragh-Jacobsen, Lone Scherfig o Nils Malmros, “El árbol de la ciencia”. Dogma 95 aportó algo de renovación hasta que amplió sus perspectivas técnicas con la dolorosa "La Bailarina en la Oscuridad" (de Trier, con Björk y Catherine Deneuve).
De esas ramas del árbol cineasta danés proviene Ole Christian Madsen, director con tres películas reconocidas: La razón de Kira, 2001; Praga, 2006 y ‘Flame y Citron’ 2008.
Esta última lleva el mote de la más costosa de este cine “nacionalista”, con 10 millones de euros. La sorpresa por este presupuesto debe provenir de ese mundo minimalista en costos que es el Dogma.
Es una coproducción de Alemania, Dinamarca y República Checa, filmada en Berlín, Copenhague y Praga, respectivamente. Su guión es de Lars K. Andersen en compañía del mismo director, Madsen. Thure Lindhardt hace el rol de Bent Faurschou-Hviid, Flame (pelirojo) y Mads Mikkelsen actúa como Jorgen Haagen Schmith, Citron (apodo por la planta de Citroen).
Stine Stengade, hace un excelente papel femenino de Ketty Selmer. Por lo demás, Peter Mygind (Aksel Winter), Mille Lehfeldt (Bodil), Christian Berkel (Hoffman) y Hanns Zischler (Gilbert), componen la banda inicial, hasta que la pareja protagónica se aparta y actúa como sicarios independientes.
Flame es un antifascista enemigo del gobierno pronazi desde el 9 de abril de 1940. Citron, es hombre de familia, mujer e hija, sombra y chofer de Flame (es la reconocida cara como archienemigo de 007 en Casino Royal). ¿La correo Ketty, o el intermediario Winther?, es la pregunta que genera la aparición de traiciones de los superiores de la Resistencia e impulsa a la pareja protagónica a querer asesinar al jefe de la Gestapo, Hoffmann.
El valor principal del filme reside en estar basado en hechos reales y testimonios sobre la vida de Bent y Jorgen. Es una mezcla de historia de espionaje y nazismo en la II Guerra Mundial, pero se adentra en las dudas personales de esta especie de “Butch” Cassidy y “Sundance” Kid, aquella película gringa con Paul Newman y Robert Redford (de allí que el reconocido Festival fundado por Redford tome el nombre de su personaje), de la cual quizá haya un remake con Tom Cruise y John Travolta.
Esta comparación adelanta entonces lo que es el final de la pareja F&C. La película es bella en color, escenografía (las ciudades que mira son algunas de las más hermosas del mundo), las actuaciones demuestran un profesionalismo poco subjetivo. ¿de dónde provienen sus defectos de ritmo y excesos de paneos? Haber descargado la responsabilidad de un presupuesto y medios técnicos relativamente altos en las dos manos de un director Dogma, con mentalidad de trabajar con un dedo. Y, por último, romper con la Ley de Zam: dirigir y escribir el guión, pero al compartir este último, generando vacíos, sin enriquecer la trama.