martes, 28 de febrero de 2012

HUGO (LA INVENCIÓN DE HUGO CABRET)


Brian Selznick (46), un nieto del primo del poderoso de la Metro de los años cincuentas, David O. Selznick (“Lo que el viento se llevó”, “David Copperfield”, “Historia de dos ciudades”), escribe literatura de magia, robots y niños, de lo cual se compone la atmósfera de “Hugo”. En este caso se inspira en Georges Méliés, de quien se acaba de celebrar el 150 aniversario de su nacimiento. Georges puso en práctica la invención de los hermanos Auguste y Louis Lumiere convirtiéndose en el filmógrafo por excelencia, el primero en jugar con la escenografía, la coloración cuadro por cuadro y la cámara lenta. En solo 17 años (1896-1913) dejó a la posteridad más de quinientos filmes (luego comercializados por Thomas Alba Edison en Estados Unidos), de los cuales el más recordado “Viaje a la luna”, inspirado en la novela de Julio Verne.

En “Hugo” se recrea el hecho real del retiro frustrado de Georges, de su reencuentro con una de sus actrices Jeanne D´alcy, quien administra un kiosco de juguetes en la estación de Montparnasse (bella recreación de Scorsese, con los personajes trocados convenientemente). León Druhot un director de prensa de cine lo reconoce y rescata. Este es el eje de la película que acaba de obtener numerosos galardones en Europa y Norteamérica.

Martin Scorsese, quien fue condecorado con la Legión de Honor francesa, hace un homenaje con “Hugo” a este país, como meca de la invención de la fábrica de sueños sobre pantalla plateada. Es Presidente de la “The Film Foundation”, precisamente encargada de preservar filmes clásicos, a la cual pertenecen directores como Allen, Coppola, Altman, Eastwood, Lucas, Redford, Spielberg, Jackson, Lee, entre otros.

“Hugo” es la nostalgia por la literatura de aventura (Verne, Dickens, Melville, Dumas) como el origen argumental de lo mejor del cine, por la pasión que estos libros despertaban en quienes hoy son tercera edad, por ese gran arte que es el cinematógrafo. El 3D, los “travellings, las escenas clásicas (tren, luna, hombres voladores, Buster Keaton colgado de las manecillas del gran reloj, persecusiones, estudios de cine como centros de ilusionismo), permiten a Scorsese realizar otra más de sus genialidades.

¿Existe hoy una base literaria del cine? Si, obviamente. Pero nunca de aquella que era primero leída y luego cinematografiada. Con “Hugo” queda en al aire una pregunta más acerca de la supervivencia del libro como fuente de entretenimiento y cultura infantil. Quizá por ello esta película, en esencia infantil, tendrá mejor público en adultos y paradójicamente parecerá común a los pequeños de hoy.

Scorsese dirige a Ben Kinsley, Christopher Lee, Jude Law y al iconoclasta Sacha Baron Cohen, para que Asa Butterfield (“El niño con la pijama de rayas”) viva sus aventuras junto a Chloë Grace Moretz, esa niña estupenda de “500 días juntos”, “Déjame entrar” y “Kick- ass”.

“Hugo” representa un intercambio fílmico con Francia. Estados Unidos hace este homenaje al cine galo enfrentado a “The Artist”, un motivo francés de recuerdo del cine mudo producido en América, al modo del antiguo Hollywood. “Hugo” es una crónica del inicio del cine como vaudeville e ilusionismo teatral proyectado en kinetoscopio y “The Artist” una anécdota de su segunda etapa muda, ya industrial, y de la transición a su época parlante, quizá de allí el equilibrio de los galardones para estos filmes de 2012, pues la Academia Americana hace una venia honrosa a Francia, aunque tropieza al agacharse con el buen Scorsese como director.