martes, 20 de diciembre de 2011

SPLICE (EXPERIMENTO MORTAL)


De Adrian Brody han llegado filmes como “Midnight in Paris”, como Salvador Dalí en desempeño regular e intrascendente, “Predator”, “The experiment” o “King Kong”, filmadas luego de su Oscar del 2002 por “The pianist”. Pero no llegan “Manolete” o “Giallo” en las cuales actúa medianamente. Aunque es fácil comprender que la taquilla colombiana prefiera adefesios vendibles que buenos filmes con segmentos de mercado pequeños.

Joel Silver y Guillermo del Toro están entre los productores de “Splice”, lo que permite entender su énfasis comercial. Delphine Chanéac es la bella modelo que personifica de manera suficiente la criatura resultante de este experimento, un efecto especial simpático aunque exagerado finalmente.

El “splice” es resultado del empalme (o injerto) de ADN y proteínas, el llamado “splicing” de laboratorio. Extenderse en elucubraciones, explicitaciones y comentarios sobrevalentes acerca del valor científico que pueda tener este cuento resulta en una tontería seudo intelectual. “Splice” es solo divertimento en forma de género “SciFi”, (ciencia que no es ciencia, porque simplemente es ficción, luego no amerita adentrarse en ello). No se debe exigir más. No es un error de los productores, sino una intención comercial que parece no haber podido recuperar en el mercado ni sus US$30 millones de costo. Luego, si ello es así, se comprobaría que el público no es tan tonto, excepcionalmente. Otros productos, de mucho menor nivel técnico, engañan a mayores masas de ingenuos sin que se pueda hallar explicación alguna.

El lado rescatable de “Splice” está en sus aspectos de producción técnica y en que permite preguntar de nuevo dónde está el valor agregado del ganador? de Oscar que se amparó en la bella historia de “El pianista”.

LA VERSIÓN DE MI VIDA (BARNEY´S VERSIÓN)


La vida de un hombre con suerte en los negocios y que vive la vida corriente de todo ser humano en este nivel. Viajes y amigos, novias y amigas, tabaco, bebidas y comidas, sexo normal y un amor sincero. Un hombre bien corriente (Paul Giamatti) signado por la duda de haber asesinado a un mejor amigo, quizá por celos, o por error. Una mujer (Rosamund Pike) con los talentos de aquella que todos quisieran como compañía en su vida. Mucha mujer para un hombre como tú, dice su propio hijo. Algo que suele pasar en ciertos niveles sociales.

Richard J. Lewis dirige de manera eficiente a un equipo y elenco que incluye a la leyenda de Dustin Hoffman, como el padre de Barney. Finalmente, una decorosa película de US$30 millones que parece no haber logrado recuperarlos en boletería.

De “American Splendor”, “Cinderella Man” y “Sideways” se recuerda al buen Giamatti (Globo de Oro 2011). Es un actor de primerísima línea, oculto tras su calvicie prematura y su flácida figura. Merece tener en cuenta como muestra de sus capacidades la actuación como el cruel King John de “Templario” (“Ironclad”), película que no lucirá en taquillas debido a la terrible actuación de su protagonista (James Purefoy).

Rosamund Pike es un dechado de elegancia y clase. De ella se recuerdan “Pride & Prejudice”, “Promise land”, “The libertine” y “An education”.

La versión de Barney no solo da una explicación a la muerte de su amigo. Es la versión de una vida cualquiera, como todas, que gira en cortos años en torno a unos pocos amores, unos queridos hijos, unos amigos pasajeros pero influyentes, unos viajes intrascendentes, muchas comidas, más rutinas y el declive, en este caso por esa pérdida de memoria de corto plazo y la conciencia dolorosa de lo que puede estar pasando al final del camino. La película está dedicada a la memoria de Mordecay Richler, reconocido escritor canadienses autor de la novela base del guión.