jueves, 4 de febrero de 2010

Fama (2009)


Hace tres décadas el director Sir Alan Parker presentó una película musical que identificaría una época y con la cual ganó Oscares a mejor canción y mejor música, Bafta a mejor sonido, Globo de oro a mejor canción y Grammy a mejor álbum. Irene Cara hizo fama con la canción del mismo nombre.
Parker marcó, además, la historia del cine con El Expreso de medianoche (guión de Oliver Stone), Pink Floyd The Wall (sobran los comentarios), Birdy (un joven Nicolas Cage), El corazón de ángel (nada menos que Robert de Niro y Mickey Rourke), Mississippi en llamas (Gene Hackman y William Dafoe), The Commitments, El balneario de Battle Creek (Anthony Hopkins, Bridget Fonda, Matthew Broderik y John Cusack), Evita, de Andrew Lloyd Webber (Madonna y Antonio Banderas) y Las cenizas de Angela (Emily Watson y Robert Carlile), entre otras menos notorias.
Esta referencia permite explicar un tanto la causa por la cual esta “Fama” de 2009, no pudo igualar su versión original. La dirige Kevin Tancharoen, coreógrafo de 23 años, inteligente director de videoclips. Su técnica de una sola cámara retrocede en el tiempo tecnológico para no aportar para mal ni para bien.
Sin embargo, Kevin solo logra unos últimos veinte minutos de escenas con belleza visual, impacientemente esperadas por el espectador atraído por el título del filme y el antecedente del cual es remake.
El resto del tiempo la película pudo haber sido orientada por un filmmaker de mayor destreza. Algunos diálogos e historias son dignos de aportar a los jóvenes espectadores ansiosos de observar una película con trasfondo hip-hop y a los viejos que conocieron la película original, una semblanza de los destinos que se cruzan en un bachillerato artístico de cuatro años (freshman, sophomore, junior y senior) en la Escuela Superior de Artes Escénicas de Nueva York.
De este high school no se graduarán algunos. Pasarán por las aulas quien deseaba ser bailarín y aconsejado por su maestra ha de aceptar un destino como buen profesor pues con sus calidades no “podrá vivir profesionalmente” en el escenario. La adolescente de color empujada por su padre para afinar cualidades en el piano y aprender recitales clásicos encontrará un sorprendente camino como cantante de rap. La muy joven actriz que pasará por la frustración de las falsas promesas de un conquistador estrella. El futuro director de cine engañado por un productor que se lleva el dinero prestado por su padre. La profesora que, de haber podido ser cantante en Broadway, se inclinó por la enseñanza.
Junto a frustraciones individuales y esfuerzos, se encuentran también quienes parecen tocados por manos divinas. El cantante que sin aparente esfuerzo pasa raudo por las clases con plena naturalidad de vocación y talento, o la bailarina que desde los cinco años ha llegado a niveles de calidad que la llevan a ser contratada por una de las más famosas compañías para una gira mundial.
Estas y otras historias de humana profundidad pasarían desapercibidas en su valor artístico por el novel director, para quien solo resultaron visibles las últimas escenas de baile y canto de los graduandos, demostrando por qué ha sido el responsable de rodajes de giras de Britney Spears y Jessica Simpson.