El Partido Verde y el Partido de la U cada vez son más explícitos en sus propuestas de índole económica pero, aún así, continuarán pareciéndose entre sí y con los demás competidores en la contienda electoral.
Una argumento peyorativo es el de contemplar la economía como parte de una asesoría técnica de equipos de origen fundamentalmente académico investigativo, lo cual suena bien pero lleva el tema a las bambalinas de la gestión de Estado y refuerza la imagen del candidato hacia su tarea simplemente política de proveer un “anchor man (woman)” para atraer votos desprevenidos.
Las áreas de debate económico han sido el sistema de salud, la generación de empleo, la creación de empresa, la provisión de posibles subsidios, la reorientación de la política fiscal y del gasto público. En algunos casos, la transparencia en la contratación pública. Ligan de cuando en vez a lo económico lo educativo, señalando la “tecnificación” de los bachilleres o el potencial productivo de los egresados de la educación superior.
Con el paso del tiempo y de los debates, todos los candidatos se pusieron de acuerdo en las políticas de corto y mediano plazo respecto al sistema de salud. Ya no hay diferencias estructurales, todos apoyan la desintermediación en los pagos y la supervigilancia de las acciones de las EPS.
En el tema del empleo, todos jugaron con la eliminación o no de los parafiscales, quedando actualmente de acuerdo consensual en que ello no es conveniente.
Hay acuerdo fundamental en que el país requiere más técnicos y tecnólogos, amén de oficios, que de “doctores” de pregrados poco útiles y remedializantes de posgrados reiterativos en programas de bajo costo para las universidades y de “engalanamiento” de hojas de vida poco prácticas.
Como siempre, el déficit fiscal es un tema recurrente en las finanzas públicas. Se acusa a las pensiones, se le echa la culpa al desborde del sistema de salud o las eventuales devaluaciones que encarecerían el servicio de la deuda restando recursos a la política social en salud, educación, aguas o ambiente.
Cada que los asesores técnicos de las campañas observan los reportes de las estadísticas mes a mes, reorientan sus “propuestas”. La “confianza inversionista” del actual gobierno se ha convertido en entrada de capitales a infraestructura minera poco generadora de empleo y en los demás rubros es equivalente lo que se exporta en inversión que lo que sale sin dejar un saldo positivo. Acerca de ello, se habla ahora de la “enfermedad holandesa” derivada de la masa de divisas que al monetizarse resulta dañina a los sistemas de precios y de costos.
Se vuelve a “descubrir” que la informalidad en el empleo hoy llega al 58% y que las nuevas empresas se acaban en un 80% a los dos años de creadas, lo que ha sido un problema estructural del país. Se recurre a pensar de nuevo en la tabla salvadora de las exportaciones de flores, manufacturas, confecciones y textiles, como proveedores de puestos de trabajo, Se habla de locomotoras a cambio de los antes denominados polos de desarrollo, sin pensar en algo diferente a la construcción y la infraestructura, la agricultura o la innovación, lugares comunes, genéricos y, a pesar de todo, siempre abstractos.
El crédito es una palabra mágica para atraer votantes. Orientarlo a las matrículas, a las becas, a las nuevas microempresas, al arranque laboral de los egresados, sin recordar que del sistema financiero público poco queda y que al privado no se le puede presionar a asignar recursos donde no hay negocio. Ello, a pesar del abaratamiento de la tasa de intervención por parte del Banco de la República que quita peso de los hombros a los bancos en apuros pero no recae benéficamente en los usuarios de posibles préstamos.
Todos los candidatos saben y no discuten la política monetaria de control antiinflacionario. Son lo que antes se llamaba casi de manera despectiva “monetaristas”. Todos oran al dios de la política fiscal y de gasto público, en un renacimiento de la siempre vigente orientación “keynesiana”. Todos saben que hay un nudo gordiano en la propiedad de la tierra, algunos se vuelven “creativos” en propuestas utópicas al respecto y otros se hacen a un lado con la frase que sirve para todo de la productividad del campo y de la producción alimentaria como requisito de calidad de vida y disminución de índices de pobreza.
Acerca de salarios, nadie cree en su alto costo comparativo con otros países, es cierto, pero todos reconocen que más allá de negociar anualmente con el parámetro del IPC no se debe tocar este tema. Aunque todos han pasado por la sugerencia de crear empleo barato a menores costos, han llegado a ponerse también de acuerdo en que ello solo impulsaría un arranque de unos 200.000 empleo y el problema persistiría.
Todos esgrimen la banderita del 4 x 1000 y la enfrentan a las “altas” utilidades del sistema financiero, pero reconocen que allí no ha mucho de ganancia política.
Por último, de regalías ya se conoce su estructura en el proceso ya maduro de descentralización administrativa y fiscal. Si las nombran es para ligarlas a salud y educación, lo cual ya está determinado en el Sistema General de Participaciones, SGP. Se toca poco el muy interesante referendo del agua, condenado al olvido ocasionado por el trámite del ya frustrado referendo reeleccionista.
Y, todos, saben que de TLC con Estados Unidos ya no vale la pena esperanzarse, que además es inocuo hacerlo y que a lo único que se atiene el país es al Sistema Generalizado de Preferencias.
Al margen nadie hace referencia a las pequeñas locuras que representan las desorbitadas emisiones de deuda pública y a las inversiones de tasa variable de un mundo bursátil que maneja muy poco de empresa (cerca de 4-6% accionario) y sí mucho de especulativo en Certificados de cambio y TES.
Si TODOS los candidatos se parecen tanto, cuál es la diferencia económica (haciendo a un lado, con permiso del Polo, su creatividad casi utópica). NINGUNA. Todos, además de Verdes y la U, quieren llegar para administrar, simplemente, un sistema de políticas monetarias, fiscales y de rentas (salarios) que son casi inamovibles frente a un mundo globalizado que trabaja con los mismos preceptos económicos de índole cuantitativista y que mide las variables de igual manera. Ejemplo de ello las recientes disquisiciones al interior de la Unión Europea acerca de apoyos financieros y demás, cuando de apalancar a algunos de sus miembros en crisis se trata.
jueves, 6 de mayo de 2010
La economía de los candidatos con mayor intención de voto
El Partido Verde y el Partido de la U cada vez son más explícitos en sus propuestas de índole económica pero, aún así, continuarán pareciéndose entre sí y con los demás competidores en la contienda electoral.
Una argumento peyorativo es el de contemplar la economía como parte de una asesoría técnica de equipos de origen fundamentalmente académico investigativo, lo cual suena bien pero lleva el tema a las bambalinas de la gestión de Estado y refuerza la imagen del candidato hacia su tarea simplemente política de proveer un “anchor man (woman)” para atraer votos desprevenidos.
Las áreas de debate económico han sido el sistema de salud, la generación de empleo, la creación de empresa, la provisión de posibles subsidios, la reorientación de la política fiscal y del gasto público. En algunos casos, la transparencia en la contratación pública. Ligan de cuando en vez a lo económico lo educativo, señalando la “tecnificación” de los bachilleres o el potencial productivo de los egresados de la educación superior.
Con el paso del tiempo y de los debates, todos los candidatos se pusieron de acuerdo en las políticas de corto y mediano plazo respecto al sistema de salud. Ya no hay diferencias estructurales, todos apoyan la desintermediación en los pagos y la supervigilancia de las acciones de las EPS.
En el tema del empleo, todos jugaron con la eliminación o no de los parafiscales, quedando actualmente de acuerdo consensual en que ello no es conveniente.
Hay acuerdo fundamental en que el país requiere más técnicos y tecnólogos, amén de oficios, que de “doctores” de pregrados poco útiles y remedializantes de posgrados reiterativos en programas de bajo costo para las universidades y de “engalanamiento” de hojas de vida poco prácticas.
Como siempre, el déficit fiscal es un tema recurrente en las finanzas públicas. Se acusa a las pensiones, se le echa la culpa al desborde del sistema de salud o las eventuales devaluaciones que encarecerían el servicio de la deuda restando recursos a la política social en salud, educación, aguas o ambiente.
Cada que los asesores técnicos de las campañas observan los reportes de las estadísticas mes a mes, reorientan sus “propuestas”. La “confianza inversionista” del actual gobierno se ha convertido en entrada de capitales a infraestructura minera poco generadora de empleo y en los demás rubros es equivalente lo que se exporta en inversión que lo que sale sin dejar un saldo positivo. Acerca de ello, se habla ahora de la “enfermedad holandesa” derivada de la masa de divisas que al monetizarse resulta dañina a los sistemas de precios y de costos.
Se vuelve a “descubrir” que la informalidad en el empleo hoy llega al 58% y que las nuevas empresas se acaban en un 80% a los dos años de creadas, lo que ha sido un problema estructural del país. Se recurre a pensar de nuevo en la tabla salvadora de las exportaciones de flores, manufacturas, confecciones y textiles, como proveedores de puestos de trabajo, Se habla de locomotoras a cambio de los antes denominados polos de desarrollo, sin pensar en algo diferente a la construcción y la infraestructura, la agricultura o la innovación, lugares comunes, genéricos y, a pesar de todo, siempre abstractos.
El crédito es una palabra mágica para atraer votantes. Orientarlo a las matrículas, a las becas, a las nuevas microempresas, al arranque laboral de los egresados, sin recordar que del sistema financiero público poco queda y que al privado no se le puede presionar a asignar recursos donde no hay negocio. Ello, a pesar del abaratamiento de la tasa de intervención por parte del Banco de la República que quita peso de los hombros a los bancos en apuros pero no recae benéficamente en los usuarios de posibles préstamos.
Todos los candidatos saben y no discuten la política monetaria de control antiinflacionario. Son lo que antes se llamaba casi de manera despectiva “monetaristas”. Todos oran al dios de la política fiscal y de gasto público, en un renacimiento de la siempre vigente orientación “keynesiana”. Todos saben que hay un nudo gordiano en la propiedad de la tierra, algunos se vuelven “creativos” en propuestas utópicas al respecto y otros se hacen a un lado con la frase que sirve para todo de la productividad del campo y de la producción alimentaria como requisito de calidad de vida y disminución de índices de pobreza.
Acerca de salarios, nadie cree en su alto costo comparativo con otros países, es cierto, pero todos reconocen que más allá de negociar anualmente con el parámetro del IPC no se debe tocar este tema. Aunque todos han pasado por la sugerencia de crear empleo barato a menores costos, han llegado a ponerse también de acuerdo en que ello solo impulsaría un arranque de unos 200.000 empleo y el problema persistiría.
Todos esgrimen la banderita del 4 x 1000 y la enfrentan a las “altas” utilidades del sistema financiero, pero reconocen que allí no ha mucho de ganancia política.
Por último, de regalías ya se conoce su estructura en el proceso ya maduro de descentralización administrativa y fiscal. Si las nombran es para ligarlas a salud y educación, lo cual ya está determinado en el Sistema General de Participaciones, SGP. Se toca poco el muy interesante referendo del agua, condenado al olvido ocasionado por el trámite del ya frustrado referendo reeleccionista.
Y, todos, saben que de TLC con Estados Unidos ya no vale la pena esperanzarse, que además es inocuo hacerlo y que a lo único que se atiene el país es al Sistema Generalizado de Preferencias.
Al margen nadie hace referencia a las pequeñas locuras que representan las desorbitadas emisiones de deuda pública y a las inversiones de tasa variable de un mundo bursátil que maneja muy poco de empresa (cerca de 4-6% accionario) y sí mucho de especulativo en Certificados de cambio y TES.
Si TODOS los candidatos se parecen tanto, cuál es la diferencia económica (haciendo a un lado, con permiso del Polo, su creatividad casi utópica). NINGUNA. Todos, además de Verdes y la U, quieren llegar para administrar, simplemente, un sistema de políticas monetarias, fiscales y de rentas (salarios) que son casi inamovibles frente a un mundo globalizado que trabaja con los mismos preceptos económicos de índole cuantitativista y que mide las variables de igual manera. Ejemplo de ello las recientes disquisiciones al interior de la Unión Europea acerca de apoyos financieros y demás, cuando de apalancar a algunos de sus miembros en crisis se trata.
Una argumento peyorativo es el de contemplar la economía como parte de una asesoría técnica de equipos de origen fundamentalmente académico investigativo, lo cual suena bien pero lleva el tema a las bambalinas de la gestión de Estado y refuerza la imagen del candidato hacia su tarea simplemente política de proveer un “anchor man (woman)” para atraer votos desprevenidos.
Las áreas de debate económico han sido el sistema de salud, la generación de empleo, la creación de empresa, la provisión de posibles subsidios, la reorientación de la política fiscal y del gasto público. En algunos casos, la transparencia en la contratación pública. Ligan de cuando en vez a lo económico lo educativo, señalando la “tecnificación” de los bachilleres o el potencial productivo de los egresados de la educación superior.
Con el paso del tiempo y de los debates, todos los candidatos se pusieron de acuerdo en las políticas de corto y mediano plazo respecto al sistema de salud. Ya no hay diferencias estructurales, todos apoyan la desintermediación en los pagos y la supervigilancia de las acciones de las EPS.
En el tema del empleo, todos jugaron con la eliminación o no de los parafiscales, quedando actualmente de acuerdo consensual en que ello no es conveniente.
Hay acuerdo fundamental en que el país requiere más técnicos y tecnólogos, amén de oficios, que de “doctores” de pregrados poco útiles y remedializantes de posgrados reiterativos en programas de bajo costo para las universidades y de “engalanamiento” de hojas de vida poco prácticas.
Como siempre, el déficit fiscal es un tema recurrente en las finanzas públicas. Se acusa a las pensiones, se le echa la culpa al desborde del sistema de salud o las eventuales devaluaciones que encarecerían el servicio de la deuda restando recursos a la política social en salud, educación, aguas o ambiente.
Cada que los asesores técnicos de las campañas observan los reportes de las estadísticas mes a mes, reorientan sus “propuestas”. La “confianza inversionista” del actual gobierno se ha convertido en entrada de capitales a infraestructura minera poco generadora de empleo y en los demás rubros es equivalente lo que se exporta en inversión que lo que sale sin dejar un saldo positivo. Acerca de ello, se habla ahora de la “enfermedad holandesa” derivada de la masa de divisas que al monetizarse resulta dañina a los sistemas de precios y de costos.
Se vuelve a “descubrir” que la informalidad en el empleo hoy llega al 58% y que las nuevas empresas se acaban en un 80% a los dos años de creadas, lo que ha sido un problema estructural del país. Se recurre a pensar de nuevo en la tabla salvadora de las exportaciones de flores, manufacturas, confecciones y textiles, como proveedores de puestos de trabajo, Se habla de locomotoras a cambio de los antes denominados polos de desarrollo, sin pensar en algo diferente a la construcción y la infraestructura, la agricultura o la innovación, lugares comunes, genéricos y, a pesar de todo, siempre abstractos.
El crédito es una palabra mágica para atraer votantes. Orientarlo a las matrículas, a las becas, a las nuevas microempresas, al arranque laboral de los egresados, sin recordar que del sistema financiero público poco queda y que al privado no se le puede presionar a asignar recursos donde no hay negocio. Ello, a pesar del abaratamiento de la tasa de intervención por parte del Banco de la República que quita peso de los hombros a los bancos en apuros pero no recae benéficamente en los usuarios de posibles préstamos.
Todos los candidatos saben y no discuten la política monetaria de control antiinflacionario. Son lo que antes se llamaba casi de manera despectiva “monetaristas”. Todos oran al dios de la política fiscal y de gasto público, en un renacimiento de la siempre vigente orientación “keynesiana”. Todos saben que hay un nudo gordiano en la propiedad de la tierra, algunos se vuelven “creativos” en propuestas utópicas al respecto y otros se hacen a un lado con la frase que sirve para todo de la productividad del campo y de la producción alimentaria como requisito de calidad de vida y disminución de índices de pobreza.
Acerca de salarios, nadie cree en su alto costo comparativo con otros países, es cierto, pero todos reconocen que más allá de negociar anualmente con el parámetro del IPC no se debe tocar este tema. Aunque todos han pasado por la sugerencia de crear empleo barato a menores costos, han llegado a ponerse también de acuerdo en que ello solo impulsaría un arranque de unos 200.000 empleo y el problema persistiría.
Todos esgrimen la banderita del 4 x 1000 y la enfrentan a las “altas” utilidades del sistema financiero, pero reconocen que allí no ha mucho de ganancia política.
Por último, de regalías ya se conoce su estructura en el proceso ya maduro de descentralización administrativa y fiscal. Si las nombran es para ligarlas a salud y educación, lo cual ya está determinado en el Sistema General de Participaciones, SGP. Se toca poco el muy interesante referendo del agua, condenado al olvido ocasionado por el trámite del ya frustrado referendo reeleccionista.
Y, todos, saben que de TLC con Estados Unidos ya no vale la pena esperanzarse, que además es inocuo hacerlo y que a lo único que se atiene el país es al Sistema Generalizado de Preferencias.
Al margen nadie hace referencia a las pequeñas locuras que representan las desorbitadas emisiones de deuda pública y a las inversiones de tasa variable de un mundo bursátil que maneja muy poco de empresa (cerca de 4-6% accionario) y sí mucho de especulativo en Certificados de cambio y TES.
Si TODOS los candidatos se parecen tanto, cuál es la diferencia económica (haciendo a un lado, con permiso del Polo, su creatividad casi utópica). NINGUNA. Todos, además de Verdes y la U, quieren llegar para administrar, simplemente, un sistema de políticas monetarias, fiscales y de rentas (salarios) que son casi inamovibles frente a un mundo globalizado que trabaja con los mismos preceptos económicos de índole cuantitativista y que mide las variables de igual manera. Ejemplo de ello las recientes disquisiciones al interior de la Unión Europea acerca de apoyos financieros y demás, cuando de apalancar a algunos de sus miembros en crisis se trata.
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