sábado, 12 de junio de 2010
CHE I, CHE II
Dos partes de película dirigidas por Steven Andrew Soderbergh, 47 años, ganador del Oscar a dirección por Traffic, 2000. En ambas, la colombiana Catalina Sandino (María llena eres de gracia) es Aleida March de Guevara. Demian Bichir (Sexo, pudor y lágrimas) es un excelente Fidel Castro y Benicio del Toro (Wolffman) se luce bien como el “guerrillero heroico”. Franka Potente (Run, Lola, run) es Tamara Bunke o la mítica Tania, la guerrillera. Rodrigo Santoro (300, Carandiru) es Raúl Castro, el actual jefe de Estado en Cuba. Santiago Cabrera (Héroes, Merlin) es Camilo Cienfuegos. Jorge Perugorría (Fresa y Chocolate) es Vilo. Julia Ormond es Lisa Howard, periodista investigadora y presentadora de TV, interlocutora de Castro y Kennedy tras un documental sobre el primero, quien moriría a los 35 años por sobredosis de fenobarbital.
En la segunda parte, aparecen fugazmente Matt Damon (Bourne) como Fr. Schwartz y Lou Diamond Phillips (La Bamba de 1987) como Mario Monje, secretario del partido comunista boliviano. Joaquim de Almeida (Desperado, Sandino …) es el Presidente de Bolivia, René Barrientos.
La primera parte tiene como título “Che el argentino” y la segunda “Che: guerrilla”. Una transcurre en dos años hasta la caída de Fulgencio Batista en Cuba. La otra en la utópica búsqueda de revolución en Bolivia hasta la muerte de Ernesto Guevara. El basamento de los guiones son los diarios del mismo Che: Pasajes de la Guerra Revolucionaria y Diario del Che en Bolivia. Che I fue filmada en Puerto Rico y México, Che II en España.
Es un cine “naturalista”, con desapego de los cánones hollywoodenses, sin escenarios rebuscados, amparado en flashbacks en grises que imitan reconocidas escenas de la televisión de la época. Allí se encuentran las salidas de Fidel al balcón en Nueva York, la asistencia de Ernesto Guevara a sesiones de la ONU y sus discursos económicos y políticos. Escenas de ficción acerca de su entrada a Bolivia y la forma como enroló militantes de su pequeño grupo, reproducción de las escuelas de Sierra Maestra.
Del Toro justifica muy bien el galardón de Cannes en 2008, no es solo su parecido físico, sino su seriedad profesional de actor de primera línea en las ropas de un ícono mundial. Soderbergh logra plena objetividad con la cual en ningún momento se percibe misticismo o sectarismo. No hay parcialismo en diálogos o en la puesta en escena. La medida exacta de una realidad poco menos que espectacular se utiliza para no dejarse llevar de la grandilocuencia en pos de la taquilla.
No aparecerán en esta pantalla ni la infancia del mito, ni el famoso viaje en motocicleta, tampoco su recorrido por América Central, como tampoco su paso por México antes de pensarse a sí mismo como un insurgente o mucho menos como un diplomático en foros internacionales o un Ministro de Estado. Tampoco el ícono fotografiado por Alberto Díaz "Korda" el 5 de marzo de 1960, en La Habana y multiplicado en camisetas alrededor del mundo.
Quien asiste al “Che” tiene la oportunidad de recrear ante sus ojos un pedazo de la historia latinoamericana en dos períodos, de 1957 a 1966 en Cuba y de finales de 1966 a octubre 9 de 1967, en Vallegrande, Bolivia. Allí donde, prisionero, fue asesinado con nueve balazos y amputadas sus manos para identificación por la CIA. La fotografía de Freddy Alborta, del guerrillero que no parpadea ante la muerte, en un lavadero de la escuelita de La Higuera, no será representada pero si se habrá de percibir en la buena actuación de Benicio. Cine objetivo, documento inmejorable, sin prejuicios míticos de índole política o de carácter heroico. La parte I muestra los éxitos históricos de un hombre real, la parte II al Che de carne y hueso con errores humanos, valiente, pero soñador…
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