sábado, 26 de enero de 2013

Oscar 2013: LINCOLN

“Team of Rivals: The Political Genius of Abraham Lincoln” (Ed. Simon & Schuster, 2005) de la historiadora Doris Kearns Goodwin, es la base del guión de Tony Kushner. La Kearns ha tratado básicamente mediando los Johnson, los Kennedy y los Roosevelt, la historia cercana a la presidencia de los Estados Unidos, publicando cada década una de sus investigaciones. La más reciente, que da base a “Lincoln”, sirve al director Steven Spielberg y sus siempre acompañantes (productora Kathleen Kennedy, músico John Williams, cinematografiste Janusz Zygmunt Kamiński y editor Michael kahn), para construir con US$65 millones un “biopic” de la figura presidencial, podría decirse, más querida del hemisferio occidental (aunque parezca algo exagerado). Se requería entonces acudir a alguien como Daniel Day-Lewis, un excelente actor que solo puede catalogarse de “hollywoodense” desde la reciente década y su trabajo para Scorsese, Anderson o Marshall, pues previamente ya se le distinguía como uno de los mejores del mundo con sus papeles europeos. Lincoln es una figura que exigía óptima selección pues, según las estadísticas existentes, ha sido interpretado cerca de 300 veces en el cine y la televisión, siendo el primer actor que lo ha encarnado un tal Charles Brabin (“His First Comission”) hace ya un siglo. Varios otros le han seguido, pero de ellos el más recordable ha sido Henry Fonda (“El joven Lincoln”) de 1939, aunque el rol del presidente haya sido interpretado más recientemente en productos de poca recordación. Del resto del elenco, solo Sally Field, Tommy Lee Jones, Joseph Gordon-Levitt, David Strathairn, James Spader o Hal Holbroock, se destacan.
El argumento resume para el público aquellos hechos por los cuales Lincoln ha quedado en la historia mundial: su presidencia por primera vez (1860, marzo 4), el comienzo de la guerra secesionista contexto de sus mandatos (1861), proclamatoria de emancipación (1863, enero 1), discurso de Gettysburg (1863, noviembre 19), reelección (1864, noviembre 8), enmienda constitucional abolicionista (1865, enero 31), fin de la guerra civil (1865, abril 9) y víctima de magnicidio (1865, abril 15). Al gran público esta película le genera un cierto respeto, histórico por sus personajes, y técnico, por su muy galardonado equipo de producción. No hay defectos que enrostrar. La atmósfera es sobria y en ella predominan los grises simbólicos de la época y del dolor contextual, no se abusa de la música aunque es notorio el leit motiv de trompeta en algunos casos. Se distinguen los reticentes clarooscuros del pensante personaje, contraluces que repiten su reconocido perfil y sombras que recuerdan varias veces la silueta de su estatura y sombrero a través de alargadas sombras en el piso. En los diálogos hay evidencia constante de la historiadora Kearns que llevan a distinguir aspectos objetivos de Lincoln: carácter paternalista, respetuoso de la voz conyugal y consejera, temperamento endeble, personalidad obstinada, actitud superior. En los contenidos, la historiadora no puede dejar a un lado las pruebas de los males de la política democrática de siempre, como el lobbying en el Congreso, las prebendas y sobornos por los votos camerales y senatoriales, las claras amenazas de muerte, el clientelismo de cargos oficiales y el supuesto ético básico de que el Presidente o el Secretario de Estado nunca están al tanto de la necesaria compra de votos en el Legislativo. Lincoln era paradojal si se hace una retrospectiva contraste entre el mito y la realidad. Realmente sopesaba de manera pragmática que la consecución de la 13 enmienda, el abolicionismo, llevaría luego al cese de la guerra fratricida, lo cual fue cierto, a pesar de que dejó pruebas de su creencia en la libertad de todas las personas pero no en la igualdad de razas, como en el filme se traduce a través del discurso de su Vicepresidente Thaddeus Stevens (Tommy Lee Jones). En su juventud, parece, Lincoln alcanzó a impulsar leyes de creación de una Panamá para negros exclusivamente y de apoyar con dinero a negros que emigraran a Haití. Lincoln era pragmático, al preferir la libertad de los negros como medio de cesación del conflicto. Era práctico, para claridad de sus mensajes prefería, la fábula, la metáfora y el retruécano. Era politiquero, “consigan esos votos” tenía la significación de a cualquier precio. Era dictador, en el buen sentido político, pues había recibido del Congreso máximos poderes para manejar fondos presupuestales sin control y también suspendido el sagrado principio del hábeas corpus, para arrestar opositores políticos y antibelicistas sin mediar órdenes judiciales, como también irrespetar la libertad de expresión mediando el poder de censurar a sus antagonistas en la prensa. Esta amplia concesión de poderes dictatoriales fue propio de la era romana para enfrentar estados de guerra externa. A Lincoln le fueron concedidos para lograr acallar el conflicto interno. Una prueba de ello es la que podría catalogarse de arbitraria declaración de emancipación de los negros solo en estados Confederados, que luego tendría que generalizar a la Unión, cuando las fuerzas unionistas del General Grant (2.200.000 soldados, 110.000 dados de baja y 250.000 civiles muertos) vencerían al ejército minoritario del Confederado Lee (1.100.000 activos, 90.000 soldados y 150.000 civiles muertos). Spielberg retrata bien al mito, pero es la historiadora Kearns quien aporta cierta objetividad al cuadro político que lo rodea. ¿Quién habrá de mostrar al verdadero Lincoln y las razones por las cuales se le encargó su importante tarea histórica? El republicano, racista, belicista que tendría que quedar a los ojos del mundo como todo lo contrario, en prueba fundamental del enorme “animal político” que realmente fue.