sábado, 6 de noviembre de 2010

RABIA (RAGE)


Sergio Bizzio escribe su novela y Sebastián Cordero la hace guión y la dirige. Bizzio es autor de la interesante "XXY" de Lucía Puenzo (ver este blog). Cordero es un novel director y guionista de tres filmes. Cumple con la Ley de Zam, pues una vez más en “Rabia” logra un buen filme que le ha sido producido por nadie menos que Guillermo del Toro ("Blade II", "Hellboy", "El laberinto del fauno"). Le apoyaron Concha Velasco (la presentadora y cantante de “La chica ye-ye” 1964, con 71 años de los cuales 55 en el cine) e Icíar Bollaín (Te doy mis ojos) en actuaciones de madre e hija.

Con US$4.6 millones de presupuesto, una película meritoria en la que se estrena estelarizando en Europa la actriz Martina García (“Perder es cuestión de método”, “Satanás”), acompañada de Gustavo Sánchez Parra (“Amores Perros”, “Los tres entierros de Melquiades Estrada”).

En el plano técnico son destacables la muy bien explotada escenografía al interior de una vieja mansión, así como los muy interesantes y largos planos secuencia con una cámara que recorre habilidosamente los altillos y escaleras, atravesando puertas y bajando pisos , hasta llegar fuera de la casa. Un camarógrafo testigo que hace del espectador un inquilino curioso. Son usuales los planos picados y contrapicados que contribuyen a enriquecer aquello que sería solo una serie de rutinarias vistas de interiores.

La actuación es el soporte del filme. Aportado por la excelente metamorfosis de Gustavo Sánchez Parra y por la trascendente Conchita Velasco como alcohólica “soft”. Muertes muy creíbles, para un “trhiller” ficción acerca de los inmigrantes en España, trabajadores rasos e ilegales. La rabia es desencadenada por el irrespeto xenófobo, la libidinosa atracción de la “colombianita que todos se quieren follar” y el abuso sexual a esta sirviente embarazada. Golpear y matar tendrá como castigo el aislamiento, el hambre y una muerte de rata.

SAW 7 (JUEGO MACABRO 7)


Continúa la saga SAW en 3D, “para cerrar con broche de oro el final de esta franquicia” (???) iniciada por James Won. Esta versión dirigida por Kevin Greutert, mantiene su epicentro en Tobin Bell, (Jigsaw) actor quien luego de aparecer en roles de guardaespalda y cameos intrascendentes de forajido, llegó a tener este estelar en 7 entregas.

Cary Elwes (siguiente en el legado si se realizara una entrega 8), Costas Mandylor (el detective que mantuvo el legado de Jigsaw hasta esta entrega), Betsy Russell, etc., hacen parte de toda una serie de actores de no muy alta categoría, pero duchos en el arte de dar cara al dolor y la maldad.

El guión de Patrick Melton es realizado de manera compartida con Marcus Dunstan, quien lo ha sido en las cuatro recientes oportunidades. Dunstan es ahora director y guionista de la nueva saga “El coleccionista”.

Con presupuestos que rondaron los US$1.1, US$3, US$10-12 y ahora US$17, alcanzando recientemente ingresos de US$47 en mercado de origen, es una serie productiva en términos de márgenes de utilidad (300%), sin ser comparables sus costos ni sus ingresos con las magnitudes de otros productos de mayor dimensión masiva.

El contenido semiológico de Saw, más inconsciente que prefijado, es el “pecado” y su expiación mediante el dolor o la muerte. Del latín “peccatum”, este término ha mantenido desde el punto de vista ético una connotación negativa, por lo cual no es estrictamente un concepto religioso. En estos filmes no hay remisiones a Dios o a creencias específicas. Pero, Jigsaw ha mantenido este discurso de “conversión” hacia el bien para quienes logren pasar su serie de pruebas.

En muchos idiomas y lenguas, griego, babilónico, sumerio, chino, se le liga al término pecado con palabras como “camino” o “trabajo”. La virtud es de difícil camino y el trabajo (tripalium, tres palos, yugo) se relaciona con tortura al esclavo, declinando, no en pegar, sino en sufrir. El castigo divino, en algunas religiones, es trabajo. Es así como en las pruebas de Jigsaw hay ingeniería. Sus víctimas tienen que pasar dolorosos o imposibles trabajos enfrentados a sus máquinas, que son observadas por la cámara en tonos oscuros y brumas, ocultando así los defectos y permitiendo disimular la sangre en cantidades generosas. Este cine “gore” rebaja así sus costos a un mínimo, para ligar la expiación a la voluntad de lealtad frente a la amistad, al sacrificio ante el amor, pero todo ello condicionado a la habilidad para desentrañar mecanismos físicos y letales ideados por el icónico “Jigsaw”, representado en un muñeco de ventrílocuo montado en triciclo, tras el cual se esconde John Kramer.

Es un cine con ventajas creativas, pero problemas de asignación. ¿Porqué la creatividad no alcanza a tener mejores propósitos? ¿Es por ello que el público se malversa hacia estos productos? ¿No tiene la creatividad mejores incentivos? ¿Qué pasa con los literatos, los buenos cuentistas, los ansiados guionistas, que lleven al cine a un camino más constructivo?