El mundo global ha avanzado. Cabe reconocerlo. Las crisis económicas, un siglo atrás, se convertían en signo permanente. Hoy se resuelven casi de inmediato a nivel de incertidumbre. Los medias y las TICs han logrado esto.
Ojalá, el mundo diplomático pudiera resolver sus crisis de forma igualmente acelerada. La reciente problemática surgida entre Ecuador, Venezuela y Nicaragua, con Colombia, tuvo un final catalogable de feliz y puede ser un indicio de esta posibilidad global. La trasmisión en vivo y directo de la reunión de Río, celebrada en República Dominicana, es un hecho tecnológico que debe haber facilitado los acuerdos, verbales algunos y escritos otros, a que llegaron los mandatarios. Claro que cerca de una docena de plenipotenciarios contribuyeron a ello, con un debate inteligente, que sumado a una opinión pública internacional pendiente de los resultados, aceleró la solución a las asperezas entre países hermanos.
No obstante, un análisis más extendido permitiría preguntarse porqué en desacuerdos entre otros países de Africa y Asia principalmente, no se producen resultados tan ágiles. Y la respuesta está en los conceptos de internacionalización y multilateralismo.
Cuando un conflicto interno no se internacionaliza deja de generar el interés recíproco de países vecinos y cercanos. Sin embargo, la ayuda en su solución busca los caminos de la diplomacia multilateral, aunque ineficaz y lenta.
Pero si el conflicto trasciende las fronteras conjugado en una acción unilateral, surgen dos caminos de respuesta, bélica o diplomática, que al afectar una pluralidad de países conlleva una solución casi inmediata.
Ese ha sido el error del gobierno colombiano y ese mismo ha sido el acerto de la comunidad presente en la XX Cumbre del Grupo de Río. Hace ya cinco años, en la XVII Cumbre de este foro, 19 países habían considerado urgente el tratamiento del terrorismo en América Latina y el conflicto interno de Colombia había sido motivo de debate. El gobierno colombiano solicitó desde esa fecha la intercesión de la ONU para lograr una salida pacífica. Se ha avanzado, pero sobre una suma de hechos beligerantes. Falta la ONU, pero quiza su aparición protagónica conllevaría algo muy grave: la posible configuración de un Tribunal Penal Internacional para Colombia (recordar Ruanda y Yugoslavia) que pondría en un escenario jurídico los 17.000 crímenes del año pasado (cabría revisar cifras) y los 35.000 por año que han ocurrido en el país, los 3 millones de desplazados y los textos de la ley de justicia y paz. Un alargue diplomático de un conflicto que bien pudiera solucionarse con la ayuda de nuestros vecinos, aceptando sin soberbia y de inmediato esa propuesta una vez más expuesta en Río 2008.