lunes, 7 de diciembre de 2009

Bogotá sin participación, pero con foros


El Distrito Capital se ha caracterizado por ser un ejemplo ante el mundo de desarrollo de ciudades. Aunque lejos de Barcelona o de epicentros turísticos e históricos reconocidos, la ciudad ha representado un modelo viable de ciudad en un país en desarrollo.
El modelo bogotano se ha basado en el principio de la competitividad y la participación. Se busca con la arquitectura, las redes de movilidad y las coberturas de servicios públicos domiciliarios convertir a Bogotá en epicentro de atracción de la inversión extranjera directa, IED, de entorno facilitador y sinérgico de factores de competitividad. Hay una razón central cuando se puede afirmar que el comercio exterior colombiano se explica en más de la mitad como un comercio internacional de dos ciudades: Bogotá y Miami.
En Bogotá hay un modelo político que, junto a los mecanismos de elección popular fue una innovación del sistema democrático en Colombia, pero no ha dado frutos tangibles a nivel de participación ciudadana. A nivel administrativo, la planeación estratégica es el eje de estas realizaciones. Sin embargo, con el tiempo, el modelo bogotano está siendo intervenido por prácticas clientelistas que lo muestran solo como un disfraz de gestión y gerencia pública.
Una primera prueba de ello es el concepto de un autorizado personaje que es el científico Rodolfo Llinás, quien en su discurso al recibir la medalla Félix Restrepo, otorgada por la Universidad Javeriana en el aniversario 67 de la facultad de medicina de la cual egresó como profesional hace cincuenta años, expresó acerca de la evolución de su ciudad que "cada vez que vengo le veo más remiendos y más lejos de ser la metrópoli en la que debió convertirse", porque una explicación es “de contextos: en Colombia la ignorancia campea porque a la gente no se le enseña, contextualmente, cómo funcionan las cosas. Desde la niñez se adquieren saberes sueltos, inútiles, lo que determina una forma de pensar limitada, que sólo sirve para mirar su realidad y crea una incapacidad marcada para exigir … pues la gente no acaba de saber para qué es buena y termina haciendo cosas que muchas veces no le gustan; son conformistas, no exigen y carecen del sentido colectivo de cómo hacer mejor las cosas”. Con esto explica Llinás que, en el fondo del aparente y deficiente desarrollo de la capital esté la incapacidad de participación consciente del ciudadano en las decisiones del Distrito.
El ciudadano capitalino, y del resto del país también, sólo participa electoralmente un día cada período y en baja proporción, muchos actuando como “stakeholders”, interesados, para hacer parte del aparato burocrático y de las nóminas paralelas. Esto se refleja bien en los foros, simposios, mesas y todas las modalidades de trabajo conjunto, que revelan las incompetencias alrededor del manejo de ciudad. Las temáticas usuales son el PLan de Desarrollo, la Descentralización, el PLan de Ordenamiento Territorial, el Informa de Calidad de Vida, la Ciudad Región, entre otros muchos. Pero lo que anima estas reuniones es, simplemente, la obligatoria cláusula contractual de “socializar” los resultados de los contratos de consultoría de “investigadores”, los expertos habituales, donde se deja entrever una tipificación de actores que revela algunas de las deficiencias causales en el manejo de la ciudad:

 Funcionarios de la actual administración con perfil joven, de baja experiencia y aún enredados en los conceptos académicos recientemente “aprendidos”.
 Funcionarios de anteriores administraciones, “viudos y viudas” del poder, críticos de lo que no se avenga a su criterio, con ánimo político, pero sin viabilidad futura en la toma de decisiones de la cual nunca pudieron lograr mejores resultados cuando fue su turno.
 Ediles, algún concejal y pocos líderes comunitarios, deficientemente formados en los conceptos que se utilizan en las “mesas de trabajo” que ya no lo son pues el “trabajo” ya está hecho.
 Ciudadanos desprevenidos, que creen estar presentes en las decisiones de la ciudad sin reconocer que se trata de que escuchen lo que ya fue y lo que ya se decidió mucho antes que conocieran del tema.
 Estudiantes de diversas facultades, enviados por sus docentes a aprender algo y convertirlo en trabajo calificable.
 Consultores que van a monitorear los resultados de esta aparente socialización de sus estudios, trabajos que solo servirán de soporte científico – académico – universitario, a decisiones muy diferentes de las que allí han plasmado.
 Representantes de organismos no gubernamentales y entidades multilaterales, enviados para cumplir un requisito.


Este escenario, pequeño, usualmente de una centena de personas, puramente formal y poco representativo, adobado con unos pasabocas, nunca producirá algún efecto administrativo ni político. Es parte de la inercia de una multitud de funcionarios con conocimientos disgregados, parciales, que emiten documentos, “debaten” ideas muy sabidas, rectifican su propia interpretación de la teoría, justifican opiniones erróneas y, en resumen, hacen contrición de todos los pecados de la no participación.
La ciudad no es participativa, pues sus funcionarios de mediano nivel cumplen un papel de “teloneros” del espectáculo descrito. El concepto de planeación es simplemente el de un documento formal cuyos términos se reiteran de manera inocua con fines mediáticos. El presupuesto público es un informe financiero cuyos rubros difícilmente se cumplirán como verdadera orientación del gasto. Tras todo ello, si se encuentra el poder casi omnímodo de un alcalde, incompetente, de su grupo amigo, de sus compromisos de pago con la campaña pasada y de la búsqueda del logro de sus ambiciones futuras, personales y de partido.
Este tipo de actos deberían tener carácter previo, con asistencia selecta de representantes autorizados de localidades, a la manera de consejos comunitarios programados que sirvan para acoger las verdaderas y sentidas necesidades de la ciudadanía local. Finalmente, donde la asistencia científico – académica se resumiera a ser guía contextualizadora y redactora final de los planes, programas, proyectos y actividades de cada gobierno entrante.