viernes, 2 de octubre de 2009

Del cine ... al teatro, a propósito de "39 escalones"


Se hablaba de las siete artes griegas como la arquitectura, escultura, pintura, música, danza. literatura y teatro. Quizá por ello, la cinematografía, ha sido denominada como el séptimo arte debido a su origen en el teatro mismo. Hoy en el curso del tercer milenio, de la edad de las tecnologías de la información y la comunicación, TICs, del auge del audiovisual y las ayudas multimedia, se acepta tímidamente a la fotografía como un arte más, algunos no están de acuerdo. Así como de la historieta como un nexo entre la pintura y la literatura, o muchas otras combinaciones conceptuales.

Lo que caracteriza a la actual posmodernidad es quizá lo ecléctico, lo simbiótico y la fusión. Si la literatura tiene desarrollos parlantes se denomina stand-up, o bien cuenterismo, si la escultura invade las calles y arquitectura es paisaje urbano o urbanismo, si la pintura se presenta en multimedia es ciberarte, si el teatro se lleva al cine hace parte de su dramaturgia aunque grabada, si el cine se lleva al teatro ¿Qué será?

Muchos éxitos cinematográficos han sido adaptados recientemente a las tablas. Todo sobre mi madre , del español Pedro Almodóvar y Oscar a la mejor película en lengua extranjera de 1999, entró al Teatro Old Vic de Londres hace un año como All About My Mother , con dirección artística del actor estadounidense Kevin Spacey. Otras películas teatralizadas han sido "The Producers", "El graduado", "Loca", "Lo que el viento se llevó", "La danza de los vampiros", "Cuando Harry conoció a Sally", o de Hitchock, "La soga" y "Aplausos", “Crimen Perfecto” o también “39 escalones” (de 1939).

De esta última adaptación se puede anotar que utiliza remembranzas de varias de las reconocidas obras del maestro del suspenso: persecusión de un hombre por dos aviones (Atrapa a un ladrón), el memorioso (El hombre que sabía demasiado), la cortina flotante (Psicosis), etc. Hitchock es bien reconocido en la historia del cine por “inventar” efectos especiales en el cine y es por ello que se reconocen como íconos muchas de sus escenas. El teatro se nutre del cine demostrando con este diacronía que no es una simplista instancia previa de la evolución del séptimo arte.

De preferencia han sido los musicales aquellas obras dramatizadas viniendo del cine. “Lili" (1953) en una comedia musical "Carnival", "Sugar" basada en "Una Eva y dos Adanes", la película de Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon (1959). "Sonrisas de una noche de verano", de Ingmar Bergman, convertida en comedia musical como "A Little Night Music" (1973). "Calle 42" (1980), basada en el film de Lloyd Bacon de 1933; "La tiendita del horror" (1982), basada en el film de Roger Corman (1960); "Nine" (1982), basada en "8 y medio", de Fellini; "Cantando bajo la lluvia" (1984) y "Siete novias para siete hermanos" (1985); "Fama" (1989), "La Bella y la Bestia" (1994), "El rey león" (1997), "Footloose" (1998), "Fiebre de sábado por la noche" (1999); "Las brujas de Eastwick" (1999); En Alemania, adaptaciones de la película de Disney "El jorobado de Notre Dame" (1999) y de "La danza de los vampiros" (2000), de Roman Polansky; "Misery" (1999) "The Full Monty" (2000) y "Hairspray" (2002), entre otras. A un reciente Festival Iberoamericano vino la “Reina Margoth” por el Teatro Mladinsko de Eslovenia, con audio y video provenientes de la película original de Patrice Chéreau (1994).

El teatro había sido, y lo sigue siendo, fuente inagotable de inspiración para el cine, ejemplos de lo cual hay cientos. Pero, es mucho menor el número de ejemplos de la adaptación contraria, como ya se ha reseñado. Pero, ¿qué es lo importante o interesante en observar este último fenómeno de transfiguración artística? No es precisamente que suceda, sino el cómo se produce a nivel de tecnología y de fusión de artes escénicas. Quizá la explicación radique en que las mentes nuevas, las juventudes masivas exigen impacto audiovisual multimediático vieoclip-artístico, para expresarlo de alguna manera. El adaptador cine-teatro debe interesarse no solo por el valor artístico puro, lo cual puede ser una calificación subjetiva por parte de expertos, que no ha de llevar al espectador a la compra de un boleto. Debe plantearse por sustraer del impresionismo cinematográfico, creatividad y truculencia, con aprovechamiento de la tecnología de vanguardia.

De esta manera, combinar el ditirambo grecorromano (danzas y cantos), el kabuki masculino japonés (roles femeninos actuados por hombres), el teatro Olímpico de Vicenza (perspectivas tridimensionales urbanas al fondo del escenario) y el teatro Farnese de Parma (que aportó el telón, proscenio, platea y pisos de galería, ya clásicos) ambos italianos, el “Festspielhaus” de Bayreuth, Alemania, con las instrucción de Richard Wagner, de platea escalonada y que introdujo el oscurecimiento del auditorio durante la representación, así como la ubicación de la orquesta, sumados al arte tecnologizado de la iluminación multicolor y focalizada, que se orientan a escenarios circulares, móviles, transformables, enriquecido todo ello con el uso esporádico de marionetas japonesas “bunraku”, el “guiñol” manual amparado con luces traseras y “sombras chinescas”, marionetas de “silueta” y “varilla” (de peana).

Los recursos “transitorios” como el actor que se mezcla con el público o que lo hace parte cómplice del argumento, en escenografía “abstracta” derivada del diseñador suizo Adolphe Appia y del británico Gordon Craig el siglo pasado, basada en plataformas, escaleras, cortinas, paneles, rampas y elementos sin determinar, o en escenografías “sugerentes”, de un realismo simplificado (ventanas suspendidas) que pueden parecer oníricas o surrealistas. A estos eclecticismos se agregan usanzas cirqueras llamadas escenografías “funcionales”, en las cuales todo se adapta a la necesidad del intérprete (puertas rodantes, sofás colgantes a la manera de un columpio).

El sonido, al igual, combinará obra situacional, temas leit motivs, unos pocos instrumentos en vivo u obras pregrabadas del mismo filme que le da origen a la representación. Se anuncia el naciente éxito de “Ben Hur Live” en Londres y Barcelona, cuya puesta en escena es parte del aniversario 50 de la historia que ganó 11 Oscares con una espectacular mezcla de luz, sonido y efectos especiales, “la fuerza de los conciertos de rock, la energía de los musicales de Broadway, la calidad del teatro y la magia de los grandes clásicos de Hollywood".

Participan Stewart Copeland (The Police) en la música, compositor de 60 bandas sonoras para cine y de televisión; J. Peter Robinson autor de "Highlander 3", "Bank Job" y "Charmed"; Shaun McKenna con el guión (autor de "El Señor de los anillos" en el West End de Londres); dirigida por Philip Wm. McKinley de éxitos de Broadway como "The Boy from Oz" y "Hair".

Con el diseño de Mark Fisher, responsable de la gira "The Wall" de Pink Floyd, de las giras de Rolling Stones o de las ceremonias de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, desfilan 400 actores, 100 animales y 5 cuadrigas auténticas en un Circo Máximo cuyo diseño de 360° ofrece al espectador una excepcional proximidad a un escenario de 2.500 m2, fuego y agua para galeras reales, que han de recordar los juegos de Julio César, Trajano y César Augusto.

En esta nueva onda del filmoteatro, se descubre de manera paradójica una reducción de costos gracias a las ayudas electrónicas audiovisuales, a la minimalización escenográfica, a la reducción de actores en escena (no es el caso del último ejemplo), a la complicidad del espectador quien al aceptar las tramoyas, linternas mágicas y pantallas puestas al servicio escenográfico virtual, accede a abaratar la representación. Ya no hay orquesta sinfónica, ni actores en bambalinas esperando su parte, no hay tinglados que bajan costosamente pero sin riqueza comunicativa, no hay riesgos de aceptación argumental pues se usan temas probados por años en el cine. Incluso, los derechos de autor originales han fenecido en términos legales y sólo cursan los correspondientes al adaptador que arriesga como empresario. Se esquiva también el vestuario de época trasladando las situaciones a la contemporaneidad. A todo ello se agrega la atracción de nombres que son de alto reconocimiento masivo en televisión, con cuyo carisma y multifacética se planta en firme un estreno. Así las cosas, el teatro vuelve por sus fueros para, entre nuevos estrenos, aprovechar su mismo espacio en proyectar una taquillera y deliciosa película.

Colofón: China vuelve con el director de cine y coreógrafo Zhang Yimou (Héroe, La casa de las dagas voladoras, La maldición de la flor dorada), luego del éxito de sus ceremonias olímpicas en Pekín 2008, a apoyarse en su orientación para la ceremonia de celebración de los 60 años de la República Popular, a través de la Avenida de Chang An, en el centro de Pekín, y frente a la Plaza de Tiananmen. Un aporte masivo del cine a la teatralidad de los actos masivos.