lunes, 4 de febrero de 2013

Oscares 2013: ANNA KARENINA

Anna Karenina, esposa joven del maduro Alekseí Karenin, alto funcionario de la corte del Zar y hombre bueno y tradicionalista, se enamora del Conde Alekséi Vronsky, oficial del ejército, acaudalado y caballista. Esteban Oblonsky, hermano de Anna y esposo de Dolly, ha sido infiel con la institutriz de sus hijos y busca perdón de su esposa. Kitty, hermana de Dolly, enamorada de Vronsky es rechazada por esta por estar enamorado de Anna. Karenina tendrá una hija del Conde, se irá de viaje una temporada a Italia, mientras el Ministro Karenin, el esposo, se resiente, sufre, acepta la humillación e, incluso, entenderá y perdonará a Vronsky. Habrá un acercamiento y matrimonio de Kitty con Levine, un joven rico que siempre la ha querido y que, luego de vivir en el campo reconociendo el verdadero amor de su hermano por una prostituta y amando la paz que allí respira fuera de las presiones sociales de San Petersburgo. Con esta simple imagen general de romances, casorios e infidelidades, León Tolstoi retrató en su novela realista el momento histórico de transición social que vivía Rusia a finales del siglo XIX. La descripción de los extremos de la sociedad, trabajadores segando el campo y viviendo en condiciones de pobreza, dominados por una nobleza ociosa que vive de prebendas del ejército y el gobierno, que va vendiendo trozos de sus tierras para trasladarse de una ciudad a otra en seguimiento de sus amores y preocupados tan sólo por la etiqueta y los mohines “mañé”, tontamente centrados en la asistencia al teatro como lugar de exhibición y contienda social, escuchando ópera o bailando valses al compás de sus desamores.
Quienes han leído la obra original ven la presencia del modernismo de la época en la figura dominante del tren, que en el filme de 2012 es determinante simbólico de las diferencias sociales entre pasajeros y trabajadores y de sus cúspides dramáticas, pues la historia comienza con el encuentro de Anna y Vronsky en la estación, la infortunada muerte de dos trabajadores bajo la máquina de vapor, los constantes viajes de la nobleza en el ferrocarril pionero y, finalmente, el desenlace trágico bien conocido bajo las ruedas de la locomotora. Esta es la versión 17 en la pantalla grande sobre Karenina, de las realizadas en el último siglo. El director Joe Wright (“Hanna”, “Orgullo y prejuicio”, “Expiación”) ha estado encargado de este filme notorio y ya nominado en varios festivales, en el cual resulta reconocible el trabajo de Oliver Guy-Watkins en los efectos especiales y de Katie Spencer en la escenografía. Ello, porque es precisamente el mayor logro de esta versión de la conocida obra literaria, su simbiosis cine-teatral. Las escenas se desarrollan indistintamente en el escenario de un teatro o en exteriores, los personajes podrán saltar del tablado a una realidad diferente sin rupturas, del plató a la platea, los tramoyistas llegan a ser partícipes de algunas escenas mezclándose con los personajes, los actores del filme pasarán fácilmente a desarrollar sus diálogos tras bambalinas e, incluso, habrá una carrera de caballos que ha de pasar de campo traviesa al escenario y, de manera sorpresiva, un caballo que se accidenta irá a morir en la primera fila del teatro. Es todo ello quizá el mayor logro visual de “Anna Karenina”, que ofrece así un importante lenguaje para lectura de la novela en la cual, con ojo crítico, Leo Tolstoi no dejó de percibir en cada estrato de la decadente sociedad rusa de ese momento, además de una superficial vida y poca preocupación por algún ordenamiento social, en los de arriba, los avatares de pareja y la incesante y honesta búsqueda de amor en todos ellos y en el pueblo raso que no tenía algo más y comenzaba a mostrar su rebeldía.