viernes, 28 de febrero de 2014

HOUSE OF CARDS (CASTILLO DE NAIPES)

Frank J. Underwood se perfila como un personaje del milenio por su connotación política dentro del universo de dominio del “tea party”, de la pugna de republicanos y demócratas, de la vocería con responsabilidad presidencial y, ante todo, del “lobbying” en el cual entran países extranjeros, empresarios poderosos, políticos, medios periodísticos y la opinión pública. Es esta serie una muestra competitiva de la Internet pagada frente a las salas de cine, la TV gratuita nacional, o la creciente participación de los proveedores de cable. Como todo medio, comparte el mercado y representa un segmento con consumidores específicos, que exigen mejores contenidos, disponibilidad horaria a gusto, uso de teatro en casa y excelente calidad técnica. Netflix es una pequeña, pero importante, revolución en el pay per view (PPV) que añade el “streaming”, necesario desde el año 2000 en internet, para que el buffer (regulador) de datos permita ver al paso que almacenar. A esto añade sus propios productos audiovisuales al mismo nivel de las películas para salas de exhibición, mejor que la TV tradicional y con guiones de mayor interés y elencos de alta calidad. “House of Cards” representa un hito del momento en esta modalidad. Basada en el libro de Lord Michael Dobbs, del mismo título (1987) y la serie posterior emitida por BBC (1990), esta producción escrita con invitados diversos por Beau Willimon (“Idus of March”), es dirigida por diferentes filmakers entre los cuales se destacan David Fincher, James Foley, John Schumacher y otros, pero también Jodie Foster y la misma protagonista central Robin Wright (cada una con un capítulo de los 13 de la segunda temporada). Los roles de Frank (Kevin Spacey), de su esposa Claire (Robin Wright) y de todos los demás personajes son de galardón. El personaje Frank Underwood (“salad potato”, “little John”), prestó servicio militar en “The Sentinel”, se graduó en Harvard Law School, es líder de la mayoría, y (!!!…!!!). El sexo no explícito, la violencia no sangrienta, una política sin reatos, el pragmatismo total, un open mind competitivo, dan marco a esta historia realista que toca elementos contemporáneos de la alta política de manera muy verídica y con base en una única ficción: la excesiva falta de moral y ética. Se espera la tercera temporada después de junio de 2014 y, con Barack Obama el más importante fan de “House…”, cabe pedir: ¡no spoilers, please!

jueves, 20 de febrero de 2014

12 AÑOS DE ESCLAVITUD (12 YEARS A SLAVE)

¿Qué pasa con este director? Steve McQueen ha dirigido a Michael Fassbender en los dos papeles que le llevaron a Hollywood (”Hunger”, ”Shame”) y ahora con “12 years…” en un rol que parecería de mucha menor calidad. Agrega a Fassbender los nombres de Brad Pitt, Sarah Paulson, Paul Giamatti, Paul Dano, Benedict Cumberbatch y Chiwetelu Ejiofor (cara conocida, nombre menos recordado). Apegado al que se ha vuelto un cliché abolicionista ya anacrónico, impresiona con golpes de látigo pero descuida la dirección. Falta ritmo, tiene débil secuencia y se apoya en la música del reconocido Hans Zimmer para abordar una producción que sobrepasa su capacidad en pequeños filmes. Cabe dejar a expertos descubrir los verdaderos valores de “12 years…”, aparte de un manido tema y unos nombres de poster.

LAST VEGAS

Freeman, De Niro, Douglas y Kline (75, 70, 69 y 66 años) son orientados por Jon Turteltaub un director, pero de cine de acción. En este caso se trata de un paseo de los actores por la ciudad de Las Vegas con el fin de pagarse sus gastos a costa de la taquilla atraída por sus nombres. Logran triplicar su presupuesto de US$28 millones con esta cercana imitación de “The Hangover I-II-III”, con menos desorden y más fiestera pues se trata solo del posible matrimonio de uno de ellos. Una película que podría estar en la TV de la tarde de un domingo. Nada más.

NO SE ACEPTAN DEVOLUCIONES

Eugenio Derbez es lo que podría llamarse, con todo respeto, un payasito de TV dentro de la buena tradición mexicana. Se disfraza, hace chistes situacionales sin mayor contenido, no se desprende del dejo en su hablado que recuerda al chinito en las calles mexicanas, lo que es de común uso hace ya más de un siglo en todo aquel cine que invadía a Latinoamérica, cuando lo anglo no se había adentrado de lleno en estas culturas, y que aún persiste quejosamente en la idiosincracia de ese interesante país. En cable se le conoce actualmente por su programa de la familia P. Luche y quizá por ello unos van al cine a ver su producción, pero por ello mismo otros rechazan la oferta.
De ello queda una verdad al asistir para ver “No se aceptan…”: está bien producida. Su humor es simple y lo demás es un melodrama que llega al grueso del público. El color, su sonido, la cinematografía, los créditos insertos en la escenografía, son de gran calidad. El guion del mismo actor y director resulta ser un buen escrito televisivo llevado a la pantalla grande, con bien utilizados trucos de ritmo, secuencia y sorpresa. Llegará merecidamente a los US$100 millones de recaudo en toda América. Si todo en la cartelera ya estaba visto por quien pagó esta boleta no se frustra, pero tampoco lleva algo nuevo en su memorabilia.