domingo, 10 de enero de 2010

Argentina y su Banco Central; Venezuela socialista



Presente año 2010
Argentina: Cristina Kirchner, peronista, destituye por decreto presidencial a Martín Redrado como presidente del Banco Central por no plegarse al pedido de utilizar reservas internacionales para el pago de deuda externa.

Pasado año 1943
Un nuevo golpe de Estado dirigido por el Grupo de Oficiales Unidos, GOU, en el cual el entonces Coronel Perón era uno de sus principales líderes introdujo cambios en la política económica que significó el alejamiento de Raul Prebisch de su cargo en el Banco Central de la República Argentina. Tres años después, ya como presidente, Perón nacionalizó el BCRA. Utilizaría la política monetaria para proveer demagogas y subsidiarias ayudas que contribuirían a que una economía, que fue a comienzos del siglo XX la tercera del mundo gracias a la carne y el trigo exportados, llegara a ser una de las más asoladas por las dictaduras y las inflaciones contra los propios “descamisados” peronistas de su pueblo.

Presente año 2010
Venezuela: Hugo Chávez, nuevo socialista, interviene la política cambiaria para establecer dos diferentes tasas frente al dólar, una baja para bienes esenciales y otra doblemente alta llamada petrolera.

Pasado año 1983
Desde la segunda etapa reformista, la China ha mantenido una autonomía cambiaria criticada por el mundo. Hoy, el gobernador del Banco Central de China, Zhou Xiaochuan, corrobora mantener una tasa diferencial que permite revaluación de la moneda, para favorecer las importaciones, y devaluación de la misma, para incentivar las exportaciones. Con ello logra un superávit comercial criticado por Estados Unidos, la Unión Europea, la Organización Mundial del Comercio, entre otros países e instituciones multilaterales.

Corolario
Ni los partidos políticos “tradicionales”, como el Partido Justicialista, antiguo Peronismo, o las teorías económicas “revisionistas”, como las del Partido Socialista Unido de Venezuela, logran desprenderse de costumbres ficticias de manipulación monetaria para ocultamiento de las verdades del sector real.
Desconocer la necesidad de autonomía de los bancos centrales en el manejo de la masa monetaria y de control de la inflación, así como de la complementaria libertad cambiaria y del comercio internacional, suelen ser herramientas desesperadas ante la incapacidad de haber asumido en su momento otras decisiones más realistas. Estas actuaciones anticipan males peores para las naciones que las acometen.

En el primer caso, el paliativo temporal usual es aumentar el financiamiento externo y subsidiar al empresariado con niveles altos de precios internos.

La consecuencia: endeudamiento externo trasladado a las siguientes generaciones e inflación como un impuesto oculto en contra de los más pobres.

En el segundo caso, el paliativo temporal está en el contento de países extranjeros, que exportan a la nación en cuestión, y de los agentes exportadores nacionales a quienes poco importa el equilibrio general de su propia economía.

La consecuencia: competencia desleal de la nación (China, Venezuela) frente al contexto global y desequilibrio de balanza de pagos a costa de sus socios comerciales y financieros.

La historia se repite, los políticos no aprenden y los pueblos asumen los errores de sus gobernantes.

Las cenizas de la luz


El director

Majid Majidi, iraní de 50 años, es director, productor y guionista de un cine que no olvida el teatro. Fue actor de cine y TV. Luego, en su obra directoral, vendrían “Baduk” de 1991, niños que llevan mercancías ilegales en la frontera Pakistaní, y “El padre” de 1995, el adolescente que a la muerte de su progenitor debe trabajar, ganadoras ambas de premios nacionales del festival de Fajr. Posteriormente, “Niños del cielo” de 1998, la pobreza reflejada en unos zapatos infantiles, ganadora del Gran Premio de las Américas del Festival de Montreal y primera película iraní nominada a los Oscar de 1999. “El Color del Paraíso” de 1999, la historia del niño ciego enfrentado a su padre, que repite premios y taquilla mundial. “Baran” del 2001, los refugiados afganos en el entorno de un niño, y “Las Cenizas de la luz” (Las cenizas del tiempo, The Willow Tree, entre otras titulaciones que le han sido dadas), de 2005, este penúltimo gran trabajo de dirección de un maestro de lo humano y su cotidianeidad, de la niñez y la ceguera, por algún motivo recurrentes en sus temáticas.

El actor y su personaje

Parvis Parastui, desempeña el rol de Yousseff, ciego a los seis años, ahora de 45, quien recupera la visión con trasplante de córnea gracias a un examen inesperado en Francia, del tumor que resulta benigno y permite el correcto diagnóstico oftalmológico.
Pero 38 años de ceguera le representan un vuelco mental y emocional, la disyuntiva de recrear una vida, o de inventar una nueva. Le horroriza la escena del aula de niños ciegos en la cual había enseñado poesía durante mucho tiempo. Le sorprende la visión física de su mujer, desconocida hasta ahora. Mantiene el amor por su hija de unos seis años, con quien ha establecido lazos de ingenuidad y juego. Sin embargo, la belleza lo impacta. No solo los objetos y el mundo a su alrededor, También, el bello rostro de su cuñada, quien según sus familiares “podría haber sido actriz de cine”, le hace cuestionarse. Un enamoramiento repentino de quien, a punto de graduarse y le pide examine su tesis de literatura, se convierte en la inflexión vital que le hace preguntarse por su vida prestada. Una vida que no había pedido ni escogido, de imágenes y estéticas a las que no había tenido derecho. Rechaza sus libros y su regreso al trabajo con alumnos y compañeros docentes, todos invidentes. No se sabrá por qué, rechazo biológico o emocional, retornará a la ceguera.
Gran actuación de Parastui, camina como ciego luego de recuperar la vista, solloza de manera conmovedora, tropieza y cae sin trucos, convirtiéndose en el personaje dentro del cual el espectador se representará asumiendo sus propios miedos.

El cine global y un resultado más

Antes se decía “mensaje a través del celuloide”, ahora hay que reconocer lo necesario de saber de otras latitudes mediante la imagen digital. Irán, como país, llega a nosotros como un foco de discordia geopolítica, como una nación de hombres embozados y mujeres cubiertas, de gobernantes retrógrados sumidos en el pasado, mitad guerreros y mitad religiosos. De rostros de barba y cuerpos provincianos. Toda una imagología alejada de los valores políticos y estéticos “occidentales” que hace poco taquillero, en principio, su cine, a los ojos de la América.
Hay que reconocer que un producto visual depende de la aceptación ética y estética de sus contenidos. De la semiótica de las razas y de sus sonidos verbales De aquí que la globalización de la cartelera, dependa de la sustracción que el espectador logre de preconceptos y prejuicios. Las caras orientales, los rostros asiáticos o africanos, en general, los vestuarios “extraños”, la pasividad o la falta de una “musicalidad acostumbrada” en sus voces, la “brusquedad” de sus movimientos corporales, van entrando en los sentidos gracias a que se ve en la pantalla a unas ciudades iguales a las nuestras, unas familias y unos sentimientos tan humanos como lo hemos sido ellos y nosotros, siempre.
Al igual que a Yousseff, el cine no monopólico descorre velos sociales ante nuestros ojos. Descubre mundos ensombrecidos por la gran prensa y la política interesada. Contribuye a reconocer como valiosos nuestros propios entornos familiares, sociales, económicos y emocionales. Genera autoestima nacional frente a esa mítica ansia de conocer países extranjeros con el supuesto de encontrar en ellos lo que nuestros congéneres no tendrían.

El cine de Majidi es uno de esos tantos otros que lleva a revalorar ese otro cine, el monopólico, por ahora ese es el adjetivo, que maquilla sus propias civilizaciones, superlativiza y, de preferencia, ficcionaliza. Ese cine “hollywoodense”, que no es malo. Pero sí, nos enajena y nos acompleja, nos provee de autoimágenes infravaloradas, de imágenes culturales engañosas. Todo ello dentro de un proceso que no es tan inconsciente para una industria multimedial que resume poderes muy grandes en el plano simbólico, en el campo ético, en el orden político y en el de la autoreflexión individual y de masas.

Corolario: Sin embargo, es aconsejable dejar de lado aquellos motes y clasificaciones subjetivas de cine “arte”, de cine “independiente” o de cine “no comercial” para cada película que nos gusta y que permite “renegar” de guiones occidentales y tecnologías sorprendentes, como si fueran anticulturales o dañinos. Lo que resulta deseable es asistir a, o bajar de internet, películas de todo género y “leer” cine ampliamente. Solo con contrastes culturales se objetivizan los criterios.