domingo, 22 de noviembre de 2009

ICFES, ECAES y dobles titulaciones: la suma de todos los errores.




O, como en una conocida película “La suma de todos los miedos”. Una reciente “noticia” se admira de que en el departamento de Santander se concentren los mejores resultados corporativos de colegios en los puntajes ICFES. Ya se ha insistido por parte de reconocidos expertos que esta mala competencia de las instituciones de educación por parecer de alta calidad ha llevado a descubrir que dichos colegios “exitosos” se especializan en la preparación de sus estudiantes mediante “simulacros” para enfrentar el desafío de responder al examen de Estado.

Explican los colegios que ocupan los primeros lugares que ellos deben sus “logros” a la preparación en tecnologías, al desarrollo de competencias, a la preparación bilinguista y a los buenos sistemas pedagógicos utilizados.

Sin embargo, permitiendo cierta generalización, se sabe por evidencia en diversos estudios que las tecnologías son aprendidas por los jóvenes en sus propias casas cuando hay acceso a los “devices” y al computador, que las competencias nacen básicamente en el hogar en el cual hay padres que las reflejen con su ejemplo, que el idioma inglés pocos lo han aprendido a nivel de bachillerato (con excepción de alumnos de algunos colegios verdaderamente bilingues –léase de alguna manera elitistas-) y que la pedagogía, es solo un discurso filosófico-epistemológico de docentes que han aprendido a reflexionar y debatir entre pares, pero no a aplicar en sus discentes. Luego, poco es el logro que se pueden adjudicar las instituciones educativas acerca de este ranking anual, aunque cabe aceptar que, como resulta lógico, la ley de probabilidades soporta la existencia de una tendencia correcta en dicha lista.

No obstante, la "trampa" de preparar con simulacros para el ICFES y lograr "ranking mediante training" es el resultado sumatorio de todos los errores acumulados históricamente en el sistema de educación primaria, básica y media. Es como entrenarse para la felicidad a través de distensores.

En los Exámenes de Calidad de la Educación Superior, ECAES, hay una orientación de las universidades en el mismo sentido. En este caso, las bases de datos con preguntas son preparadas por los mismos centros educativos, mediando la disposición de graduandos y algunos docentes, con relativa idoneidad para establecer cuestionarios realmente eficientes y eficaces, y sumando dicho trabajo a bases internacionalmente comprobadas y adquiridas. A este nivel también hay una “tendencia” a la estandarización de resultados frente al conjunto del sector, que en parte es uno de sus objetivos. Sin embargo, acá el “training” reside en la coincidencia de currículos y preguntas, en el cual estas últimas resultan más “elegantes”, técnicas y “políticamente correctas” que la calidad de los programas realmente impartidos, los cuales continúan siendo en sus primeros semestres una “remedialización” de los anteriores niveles, así como en los estudios posgraduales resultan ser algo como un “repaso” del pregrado.

Resultan muy contados los estudios avanzados en los cuales los estudiantes, ya profesionales, “manejan” una segunda lengua, no “trastabillan” con los números y escriben “decorosamente” cuando se apartan un tanto de su jerga de profesión, también usualmente utilizada con deficiencia.

De otra parte, los centros de educación superior, casi de manera callada, más como un atractivo de mercadeo de sus servicios, se han apoyado en el concepto de autonomía universitaria para desarrollar los denominados Programas de Doble Titulación. Una de tales modalidades es cursar dos carreras pregraduales, simultáneamente, bifurcando al final del programa en cada uno de los dos énfasis respectivos.

Igualmente, existe la modalidad de ofrecer doble titulación a nivel posgradual, mediando convenios con universidades extranjeras. Básicamente, se cursa en Colombia y se finaliza con un examen provisto por la universidad convenio, para obtener los títulos de ambas instituciones. La experiencia no ha sido profusa ni profundamente estudiada en sus resultados académicos. En los resultados financieros sí es un éxito reflejado, principalmente, en la proliferación de estudios avalados con altos costos que los hacen elitistas y algo amañados para evadir la acción del Sistema Nacional de Acreditación del artículo 53 en la ley 30 de 1992, el Consejo Nacional de Educación Superior, CESU, y los principios de formación universitaria por competencias y de autoevaluación y evaluación de pares, que son todos elementos normativos y conceptuales que poco están obrando en el contexto de estos convenios con universidades del extranjero. El solo hecho de obtener dichos acuerdos ya es valorado por las instituciones pares como un acercamiento a parámetros de calidad, lo cual como punto de partida es un prejuicio, aunque incontrastable.

Finalmente, en cuanto a la gran oferta de programas avanzados en línea con universidades del exterior, en ello hay una punta de lanza con doble filo que puede internalizar calidad o internacionalizar mediocridad. Pero, ¿cómo avalar la calidad de un título no presencial obtenido por un profesional colombiano, usualmente a nivel de maestría, a través de internet? Hay desde excelentes programas, diseñados para asegurar contenidos, preparación y evaluación, con materiales académicos propios y de alto nivel, hasta aquellos que “mercantilizan” la titulación extranjera mediando programas, recursos y docentes de muy dudosa calidad, ello reflejado en lecturas primarias, pruebas sistematizadas con preguntas de respuesta obvia y profesorado que revela deficiencias en todo su quehacer.

El sistema educativo colombiano parecería así estar mejor clasificado en niveles de beneficencia (preescolares), gratuidad (básica y media), lucro (pregrados) y mercantilismo (posgrados).