domingo, 10 de julio de 2011

CARLOS (EL CHACAL)


Un filme que va dirigido a la televisión con cinco horas y media de duración es reducido a tres horas menos, para su exhibición en pantalla grande. La dirige un excrítico de cine de la famosa “Cahiers du cinema”, Olivier Assayas. Este escritor director completa sus décimosexto film en tres décadas. Se recuerda más en el mercado latino a su exesposa, la actriz china Maggie Cheung (“Héroe”, “2046”), bella protagonista de cerca de noventa películas. Por otra parte, la actuación del venezolano Edgar Ramírez como Carlos (una coincidencia de apellido) es plausible.

La historia de Ilich Ramírez Sánchez, alias “Carlos”, o “El chacal”, nacido en Venezuela hace 62 años y en la actualidad pagando condena a cadena perpetua en Francia, es un anecdotario de un activista comunista, pro nacionalista árabe e islamista, cuya fama se fraguó al calor de la guerra fría y la aparición de la Organización de Países Exportadores de Petróleo en los años setentas. Se enroló de manera voluntaria en el Frente Popular de Liberación Palestina, haciéndose famoso a raíz de la toma de la toma de la OPEP y varios ministros como rehenes en su sede de Viena, aunque previamente había hecho parte del “Septiembre Negro” (secuestro de aviones, ataques armados en Jordania y Siria y Libano) en 1970, pero con un bajo perfil. La imagen de barbita y boina, símil del “Che” Guevara, es fortuita y como se ve la explotan hasta los posters actuales no siendo verdadero reflejo de lo que era en verdad una cara rechoncha y de gafas. Su actitud personal era la de un “ronin”, término japonés para un samurái sin amo, en este caso un terrorista individual seudomercenario, que colocó algunas bombas de regular poder en calles y cafeterías europeas, con la creencia de que iba en camino de debilitar el sistema capitalista.

De allí que es a partir del enorme simbolismo que tuvo el derrumbe del muro de Berlín, consagrado como el hecho que demostró la debilidad del comunismo en el poder y la aparente fortaleza de las leyes del capitalismo, que “Carlos” deja de representar nada de lo que nunca fue en realidad. Su nombre es producto de acciones sueltas, de titulares de periódicos europeos asustados con la preeminencia del cartel petrolero y de los figurines socialistas llegados de Latinoamérica.

Debido a la exitosa novela de Frederick Forsyth, pulicada en 1971, y por la aparición del filme basado en esta, “The Day of the Jackal” de 1973, del director Fred Zinnemann (“Fron here to eternity”, “A man for all seasons”, “Julia”, entre otros buenos títulos), la mítica mediática agregó dicho mote de “El chacal”, a Carlos Ramirez, quien nada tenía que ver con tal misteriosa estela.

“Carlos”, el personaje real, es producto de varios factores que confluyeron en su era. Las disputas del petróleo que incluían una combinación de comunismo ortodoxo, islamismo, judaísmo, liberación palestina y terrorismo urbano. Guerrillas alemanas y francesas daban eco a las fricciones políticas de los personajes de Yasser Arafat, Sadam Hussein, Anwar el Sadat, Mohamar Kadaffi, Golda Meir, Issac Rabin, entre otros. Valdimir Ilich, Carlos, había sido entrenado en Cuba y conocido personalmente a Fidel.

La psiquis masiva alienada por la prensa en busca de notas espectaculares y los estertores del comunismo en el poder, además de los albores de un nuevo (des)orden económico mundial, sirvieron de telón de fondo a una vida simple, de aparente playboy que circulaba por las ciudades europeas con su compañera de turno (no muchas), que con una personalidad egótica y narcisista pasó del clásico idealismo revolucionario socialista, a un terrorismo solitario e individual y llegó a ser un simple mercenario a quien nadie quiso contratar y del cual países como Libia, Egipto, Siria y Sudán se turnaron para protegerle como una inútil estela de antiimperialismo y de quien se deshicieron por turnos hasta entregarlo finalmente a Francia, país que le cobró una deuda de 1982 y 1983 por las bombas que hirieron a sus ciudadanos y mataron tres agentes. La película hace énfasis en que el personaje llega a la cárcel por una mezcla de coincidencias quirúrgicas debidas a su vanidad y a su vida mundana, una liposucción y una hernia testicular.