lunes, 29 de agosto de 2011

BRIGHT STAR


Abbie Cornish (“Sucker Punch” le permite demostrar destrezas de lucha; “Limitless” pone a prueba su capacidad de posar de mujer envejecida por la adicción), es una bella veinteañera de enorme talento y polifacetismo. En “Bright Star” queda en manos de la reconocida directora Jane Campion (solo su película “El piano” es interesante, hasta ahora).

Coprotagoniza Ben Wishaw, uno de esos actores talentosos y temperamentales, excéntrico en su vida personal (“El perfume”, “I´m not there”, “Layer Cake”).

¿Porqué Ben coprotagoniza si la historia es seudobiográfica de los últimos tres años de la vida del poeta John Keats? No se debe a que Ben lo haga mal. sino a que Abbie lo hace mejor.

Los modales propios de dos jóvenes menores de 20 años se encuentran allí plasmados, sus juegos, sus ingenuidades, sus amores ensoñados. Perder el tiempo pensando en el otro, enviarle detallitos fabricados en pequeños papeles con frasecitas tontuelas, son buenos simbolismos de una adolescencia que termina.

Keats moriría de tuberculosis a los 25 años en Italia y, dicen los expertos en poesía del siglo XIX, que sus mejores escritos son estos últimos. Ello se debió, según Campion escribe, a la inspiración en Fanny Brawne, esa chica linda y acomodada que no va bien con la situación de miseria del poeta enfermo.
En el film aparece como uno de los contribuyentes amigos al viaje final de Keats en búsqueda de mejor clima, un Percy Bysshe Shelley, otro poeta icónico del romanticismo, muerto joven a los treinta. En Francia se acuñó el “malditismo”, una generación de poetas malditos por incomprendidos y bohemios (Rimbaud, Mallarmé, Verlaine, Baudelaire y Artaud, los más conocidos). En Inglaterra no se ha aplicado el término, aunque Keats y Shelley cabrían bajo esta denominación dada la época y sus muertes tempranas.

Campion maneja bien los contrastes personales de Brown el amigo de Keats, clasista y machista de la época, con la inteligente Brawne, de vocación independiente y sensible al diseño de modas (es de admirar la sucesión de vestuario femenino que su personaje usa en el film). La directora observa bien los celos bobalicones y adolescentes entre amigos y amiga, como también la imperceptible manera en que Brown se baja de sus presunciones sociales dejando en embarazo a la sirvientica Abigail.

A Campion le funcionan las escenografías brumosas, los vestuarios de época, como en “The Piano”. Cabría preguntarse porqué unos candelabros no mueven sus llamas en tiempos que no había luz incandescente y otros simples detalles.