sábado, 1 de mayo de 2010

La saga MILLENNIUM



Stieg Larsson, muerto de un ataque cardíaco en Estocolmo, 2004, a los cincuenta años, no alcanza a ver publicada su trilogía escrita en nueve meses, luego de que a los cuarenta y siete de edad decide hacerlo. Periodista idealista “experto en la extrema derecha sueca”, trabajaba en la revista Expo de la cual era fundador y director. Descansaba de la rutina real para adentrarse en el placer virtual de escribir Millennium, una trilogía acerca de dos investigadores. En el primero, Mikael Blomkvist de la Revista Milennium, se refleja un poco él mismo y en la hacker Lisbeth Salander representa la tribalización urbana juvenil de origen nórdico. En 1.500 páginas recoge tres títulos de por sí atrayentes para el mercado: “Los hombres que no amaban a las mujeres”, “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”, que serán conocidos en el cine con el antetítulo de Millenium I, II y III.
Son un fenómeno global bibliográfico de novela negra y policial, y fílmico de suspenso tipo thriller. De la película Millennium I, “Los hombres que no amaban a las mujeres”, dirigida por Niels Arden Oplev, cuyo libro base tiene como título “The Girl with the Dragon Tattoo”, puede decirse que conlleva el peligro de convertirse en un producto taquillero en el segmento juvenil. Todo debido no solo al personaje del periodista Blomkvist, sino al interesante rol de Lisbeth Salander, que ha de convertirse en figura icónica del nuevo feminismo del siglo XXI surgido de la subversión cultural que representan las tribus urbanas de las cuales su más notorios representantes provienen precisamente de los países nórdicos. Una serie de características de combinación gótica, punk y peinado emo, vestidura negra de cuero, taches, piercings en lengua, nariz, ombligo y orejas y, por supuesto, tatoos de avispa en el cuello y de dragón en la espalda. Pálida, delgada y de baja estatura, practicó el box. Con inteligencia fuera de lo común, memoria fotográfica y problemas de interrelación social, puede padecer el Síndrome de Asperger, una psicopatología similar al autismo. Ha tenido a sus escasos 26 años graves problemas emocionales en su niñez y adolescencia. Ser fumadora y de preferencias bisexuales, sus adicciones. Sus destrezas en informática la hacen una de los mejores hackers bajo el pseudónimo de "Wasp", avispa, es investigadora de Milton Security y maneja los micro devices electrónicos de última generación en software y video. Noomi Rapace es esta actriz sueca de ascendencia española, que llena los posters y comienza a arrastrar un “culto” y un “merchandising”, de seguidores y mercancías, que la hacen un producto apetecible en el amplio mercado juvenil.
La película se desarrolla en un ambiente entre la zaga norteamericana “Da Vinci Code; Angels & Demons; The lost symbol”) y la francesa “Les rivières pourpres I - II” (Los ríos púrpura, o The Crimson Rivers, con Jean Reno). Es una mezcla de misterio a lo Agatha Christie, con asesinatos en serie, enigmas, acertijos y decodificaciones, religión y racismo violentos, pero sin los manidos efectos especiales anglosajones de impacto audiovisual con estruendo metálico, que intentan ambientar las acciones de manera exagerada y estándar para todos los filmes. Sin estos abusos técnicos, la película va in crescendo.
Los méritos de Milennium I radican en su competitividad frente a los blockbusters hollywoodenses y sin mayores pretensiones; también, en la diversificación que representa el cine sueco reentrando en latinoamérica; y, finalmente pero no necesariamente en último lugar, en Lisbeth Salander, la heroína juvenil que faltaba haberse creado en el celuloide, para evadir otros estereotipos reiterados, obsoletos y poco consistentes con la tribalización juvenil a nivel global.
Pero, los desaciertos de Milennium I, que los tiene, residen fundamentalmente en la subjetividad de cada espectador, principalmente de padres de familia y adultos mayores que no aceptarán esta trilogía que viene orientada de manera ambigua tanto a los que siguen a Hanna Montana, pero sin despertar interés en los adultos, o a Dan Brown, sin conmover a los adolescentes. Para prueba de ello, la jocosa presentación inicial de su productora Yellow Bird.
Posdata: aunque el director ha tenido el cuidado de eslabonar cada una de las partes con párrafos cinematográficos de enlace, esta primera entrega es absolutamente obligante de ver. Las demás vienen por añadidura, con buena calidad pero demostrando que Stieg Larsson no era tan excelente escritor como se ha anecdotizado sospechando, incluso, que ha sido su mujer la autora de la trilogía. Puras banalidades, envidias y competencia desleal para un buen producto sueco. Los tres títulos, por sí solos muy vendedores. El que ha tenido diversas versiones ha sido el correspondiente a Milenium III. Está por ver cual ha de ser, para redondear la taquilla.