sábado, 19 de abril de 2014

NOÉ (NOAH)

EL RELATO En el compilado apócrifo del Génesis, en la Torá judía, el Corán musulmán y la Biblia hebrea, capítulos 6 a 9, se narra cómo hace 4.800 años, Noé construye en 7 días una gran arca y luego del diluvio de 40 días con sus noches esta se asentó en la cima del monte Ararat, entre Armenia e Irán, hoy Turquía. Cada uno de estos datos evidenciados bajo la hipótesis de los restos hallados en la cima del volcán y analizados bajo carbono 14. Yahvé, el Dios de Abraham, había entrado en los sueños, y ensoñaciones, de este hombre limpio para justificarle el porqué, frustrado del hombre creado, había decidido acabar con la humanidad bajo una gran inundación. No sería un nuevo comienzo sino un final de la creación. Pero Noé interpretaba que podía pensarse en un reinicio con seres más puros a partir de pares de género en humanos y especies que el mismo salvaría en un paralelipípedo flotante y tosco de madera. De los tres hijos de Noé que lo acompañarían en la aventura como nuevos “adanes”, descenderían ramificaciones de razas y naciones actuales. De Sem los asiáticos, de Cam los africanos y los negros, de Jafet los europeos.
EL FILM Siendo todo ello una metáfora mezclada de mitos y constructivismos religiosos, el director del filme en mención, Darren Aronofsky, escribe su interpretación relativamente libre llevada a guion. Este director de “culto” por sus películas “Pi: El orden del caos”, “Réquiem por un sueño”, “La fuente de la vida”, “El luchador” y “El cisne negro”, todas ellas de digno recuerdo en la filmografía mundial, se encarta un poco con este tipo de formatos mayores de magnificencia 3D y fuertes elencos. Crowe, Connelly, Watson, Hopkins, Nolte y Winstone, llaman la atención de la taquilla destinada a recuperar los US$130 millones de pagos a estrellas, efectos especiales y publicidad. Como suele pasar, el buscado ocultamiento de imperfecciones en los toques digitales y la misma proyección del 3D oscurece un tanto las películas, pero en este caso aporta el sombrío panorama de tiempos antiguos y de prólogos prediluvianos. Son los “vigilantes” de piedra el toque infantil de la película y el rol de Russell Crowe el toque heroico, que no debía tener el bíblico Noé. Pero, aparte de ello, es una historia que había que contar en lenguaje agnóstico, y fabulador como lo es en su mayor parte el antiguo testamento. Aronofsky pone a prueba su título de antropólogo de Harvard con las herramientas de profesional egresado del American Film Institute, para relatar lo que de manera objetiva pudo haber sido la interpretación del Noé real en tan temprana era del holoceno cuaternario de la era cenozoica, algo bien difícil de precisar si no es mediante este tipo de fábulas especulativas a las que al ser llevadas al cine se les debe perdonar todo.