sábado, 19 de abril de 2014

LA MEJOR OFERTA (LA MIGLIORE OFFERTA)

Giuseppe Tornatore es ante todo un escritor de buenas historias. Luego las dirige de manera llana y bella, con el incomparable acompañamiento de las partituras de Ennio Morricone. Es un “realista mágico” de la filmografía italiana que, en este caso inventa una narración de lo que a un tal Virgil Oldman (ironía a un “viejo virgen”) le sucede. Virgil (Geoffrey Rush) es un agente de subastas puritano, malgeniado, pero también ciertamente tramposillo con la ayuda de Billy (Donald Sutherland) quien impulsa las ofertas hacia arriba, para que otros compren o para testaferrear compras interesadas de su amigo. Robert (Jim Sturges) es un joven habilidoso mecánico de miniaturas que, tras el misterio de reconstruir un autómata con mecanismo relojero, sirve de guía al poco diestro Virgil en su comprensión de las mujeres.
Claire (Sylvia Hoeks) es esa misteriosa mujer que resulta ser el eje de lo que puede catalogarse como un thriller sobre el arte, el engaño y el amor. Tornatore ha introducido elementos recurrentes en sus argumentos: los teatros, la dramaturgia, los objetos singulares, la idiosincrasia adolescente, las mujeres bellas, la escenografía implícita en los pueblos y las casas, todo con un tinte cinematográfico. Esta vez hay de todo ello y será el espectador el destinado a descubrirlo antes que termine la película o que el original Tornatore le juegue una amarga pasada, ante todo a los que son adultos mayores y enamoradizos que descubren que “todos somos una falsificación de nosotros mismos”.

NOÉ (NOAH)

EL RELATO En el compilado apócrifo del Génesis, en la Torá judía, el Corán musulmán y la Biblia hebrea, capítulos 6 a 9, se narra cómo hace 4.800 años, Noé construye en 7 días una gran arca y luego del diluvio de 40 días con sus noches esta se asentó en la cima del monte Ararat, entre Armenia e Irán, hoy Turquía. Cada uno de estos datos evidenciados bajo la hipótesis de los restos hallados en la cima del volcán y analizados bajo carbono 14. Yahvé, el Dios de Abraham, había entrado en los sueños, y ensoñaciones, de este hombre limpio para justificarle el porqué, frustrado del hombre creado, había decidido acabar con la humanidad bajo una gran inundación. No sería un nuevo comienzo sino un final de la creación. Pero Noé interpretaba que podía pensarse en un reinicio con seres más puros a partir de pares de género en humanos y especies que el mismo salvaría en un paralelipípedo flotante y tosco de madera. De los tres hijos de Noé que lo acompañarían en la aventura como nuevos “adanes”, descenderían ramificaciones de razas y naciones actuales. De Sem los asiáticos, de Cam los africanos y los negros, de Jafet los europeos.
EL FILM Siendo todo ello una metáfora mezclada de mitos y constructivismos religiosos, el director del filme en mención, Darren Aronofsky, escribe su interpretación relativamente libre llevada a guion. Este director de “culto” por sus películas “Pi: El orden del caos”, “Réquiem por un sueño”, “La fuente de la vida”, “El luchador” y “El cisne negro”, todas ellas de digno recuerdo en la filmografía mundial, se encarta un poco con este tipo de formatos mayores de magnificencia 3D y fuertes elencos. Crowe, Connelly, Watson, Hopkins, Nolte y Winstone, llaman la atención de la taquilla destinada a recuperar los US$130 millones de pagos a estrellas, efectos especiales y publicidad. Como suele pasar, el buscado ocultamiento de imperfecciones en los toques digitales y la misma proyección del 3D oscurece un tanto las películas, pero en este caso aporta el sombrío panorama de tiempos antiguos y de prólogos prediluvianos. Son los “vigilantes” de piedra el toque infantil de la película y el rol de Russell Crowe el toque heroico, que no debía tener el bíblico Noé. Pero, aparte de ello, es una historia que había que contar en lenguaje agnóstico, y fabulador como lo es en su mayor parte el antiguo testamento. Aronofsky pone a prueba su título de antropólogo de Harvard con las herramientas de profesional egresado del American Film Institute, para relatar lo que de manera objetiva pudo haber sido la interpretación del Noé real en tan temprana era del holoceno cuaternario de la era cenozoica, algo bien difícil de precisar si no es mediante este tipo de fábulas especulativas a las que al ser llevadas al cine se les debe perdonar todo.