martes, 9 de octubre de 2012

TED

Seth MacFarlane es el rey de los cómics políticamente incorrectos en TV estadinense, aunque sin tener la meritoria difusión e inteligente desarrollo de “The Simpsons”. Sus renonocidas creaciones “The family guy” o “American Dad” son competidoras de “South Park” u otros tantos ejemplos de muñequitos casi planos (2D) con posteriores variaciones de sombreado 3D, que dicen verdades y gritan vulgaridades, o que reiteran comportamientos de baja gama social, o que dicen en altavoz lo que los racismos, ateísmos, satanismos u otros “ismos” piensan de la sociedad que se cree y lucha por ser más civilizada e inclusiva. Experimentado por su paso en Hanna Barbera y Disney, MacFarlane salta ahora al mundo de la captura de movimientos para mezclar al dibujito TED con actores vivos. Lo logra muy bien, y al hacerlo gana la credibilidad para reír con la actitud perrata de este oso buena vida, drogo, bebedor y mujeriego aunque “no tenga pene”???, aprovechado del “feeling toy” que despierta en el sexo femenino. Su compañero desde la infancia, John (Mark Wahlberg), es aquí prácticamente inducido a los suaves vicios, la fiesta que interfieren el trabajo con disculpitas mentirosas y cierta dificultad para concretar una relación madura con Lori (Mila Kunis). El “inmaduro” Ted bien a representar una mala compañía para su compañero humano y este es el toque de MacFarlane, que ha sabido aprovechar estos lenguajes tecnológicos combinados con sus guiones incorrectos para llegar de manera innovadora a un público adulto.
Aparte de ello, un fundamento semiótico utilizado por Mac Farlane es la insistencia en intertextos de la industria californiana. Cameos de estrellas (Norah Jones cantando, Sam J. Jones –Flash Gordon- enfarrado, Ryan Reynolds como mudo gay) y las referencias a la música disco o al delicioso rock sinfónico de Queen. Burlas constantes a actores o actrices y figuras públicas haciendo caso a los “gossips” por todos conocidos. La única dificultad para que los US$65 millones pasen el límite de los US$500 millones (va en poco más de US$435 millones) es la imperfecta traducción del inglés y la recurrencia a una intertextualidad estrictamente relacionada con el medio hollywoodense, lo que impide que la totalidad del público asistente comprenda ciertos diálogos pensados por el inteligente MacFarlane.