¿Quién lleva el mérito de esta película? Sin duda la introspección de James Franco (un archienemigo de “Spiderman”), a quien se le ha comparado con James Dean. Su rol del hecho real sucedido al alpinista Aron Ralston es altamente meritorio y muestra sus alcances histriónicos. Su soliloquio admirable, no obstante, recuerda que le queda camino por recorrer frente a otros íconos del oficio actoral. Aunque nunca se sabe en materia de votación de academias.
Es meritoria la capacidad de reinvención constante de Danny Boyle con producción compartida, guión coescrito y dirección. Basta recordarle ”Shallow grave” (Tumbas a ras de tierra), “Trainspotting”, “The beach”, “28 Days Later”, “28 weeks Later”, o “Slumdog Millionaire”, para comprender las diferencias entre uno y otro estilo fílmico. Sus experimentaciones en cada estilo demuestran un éxito simultáneo al primer intento o una integral visión de la industria. Es un diestro artífice pero no ha podido alcanzar un tono de autor que lo categorice, lo identifique y lo coloque en las listas memorables de los ingeniosos (no genios) de la pantalla grande. En este caso, las seis nominaciones en el Oscar (ya ha arrastrado algunas y varios premios en Europa) revelan la calidad ante todo del montaje, la coordinación de la banda sonora y el guión adaptado, aunque se echa de menos la referencia a la edición dinámica que sobresale al compás de sonidos que recuerdan la iconoclastia de “Pulp fiction” con diversos géneros musicales.
Esta película tiene como su fórmula mágica el montaje, el entrelace de sonidos, colorido, cámaras testigo y tomas que involucran al espectador. Se destacan las primeras bellas imágenes, hasta el momento en que el personaje cae para quedar aprisionado a un destino enfrentado con valentía.