lunes, 17 de diciembre de 2012

Oscares 2013: EL HOBBIT (THE HOBBIT: AN UNEXPECTED JOURNEY)

“There and back again” de John Ronald Reuel Tolkien, un cuento que ha de cumplir ya un siglo de escrito pareciera ser la precuela de “The lord of the rings”. Pero aún quedará pendiente que Peter Jackson cuente en su buen lenguaje fílmico “El silmarillion”, sobre el nacimiento de estas razas, además de “Los hijos de Húrin” y aparte de lo que ya se están anunciando con “El hobbit: la desolación de Smaug”, pues el dragón Smaug quedó sin explotar su apariencia feroz, y “El hobbit: partida y regreso” que, en conjunto con “El hobbit” han de costar unos US$750 millones que incluyen el mercadeo. Fran Walsh y Phillipa Boyens han sido los buenos intérpretes de las historia de Tolkien hacia guiones de cine y han permitido que, posiblemente, las tres películas iniciales hayan de completar una de las sagas necesarias, desde un enfoque literario, en el campo del cine. US$1.000 millones de recaudo promedio por película justifican cualquier tipo de inversión. Hay un lenguaje excelente en su tratamiento y un papel pionero para la literatura infantil universal en estos personajes de hobbits, elfos, enanos, trolls, humanos y magos.
Bilbo Bolsón, Gandalf, el inefable Gollum, dan indicios de que a la juventud mundial contemporánea se le está ahorrando el esfuerzo lectural por una representación audivisual, lo cual explica que este innumerable mundo de creaturas fantásticas llame tanto la atención en las taquillas mientras que los voluminosos libros se dejan de vender y leer. Con un ánimo reduccionista, se puede vislumbrar una lista larga de indicios sobre la sobre la suplantación intelectual que el cine hace de la literatura. El hecho de que “Harry Potter”, “The hunger games” o “The Twilight saga” estén acompañadas de ediciones físicas en papel no prueba que el mundo lea, sino que un muy bajo porcentaje de compradores de alto poder adquisitivo y buen tiempo disponible compensan los bajos costos de edición, en un universo de marketing engañoso que crea una imagen subliminal de lectura que no existe realmente, aunque los colegios posen pidiendo la compra de estos libros. Muchos dirán que han leído, creerán que lo han hecho, pero ello se debe a la confusión sobre la acción de leer con la de simplemente conocer un argumento. Gran parte del público asistente conforma ese enorme grupo de gente globalizada a través de la transmisión de ejes argumentales e historias, pero analfabetizada frente al lenguaje escrito y, por tanto, muy distante inconscientemente de la ciencia. Cada vez más, todo esto refleja una elitización del conocimiento, quien lo creyera, cuando masas enteras se apartan sin saberlo del dominio lectoescritural, mientras unos pocos inventan, crean, desarrollan y, posteriormente, venden. Ello incluye los libros de ciencia: las áreas profesionales, todas, se alimentan del monopolio desarrollado del conocimiento, vía dominio de sus lenguajes, que hace a países como Colombia, dependientes estructurales del conocimiento.