miércoles, 23 de julio de 2014

3 DÍAS PARA MATAR (3 DAYS TO KILL)

Dirigido por Joseph McGinty Nichol (“Charlie´s angels”, “Terminator salvation”), quien aparece en los créditos simplemente como “McG”, Kevin Costner intenta seguir el rumbo trazado por su colega Liam Nesson.
Costner sigue un guión de la pareja Luc Besson-Adi Hasak (quienes escribieron “From Paris whith love”, con Travolta), para una película de acción franco-americana, con los tintes clásicos. Un hombre maduro, con destrezas militares, enfermo terminal, con exesposa (Connie Nielsen) e hija involucradas en la acción. Una especie de sicaria sofisticada, personificada por la bella Amber Heard, poco expresiva. Asesinos por doquier, París, Belgrado, autos raudos, tiroteos, amor filial, atentados terroristas… Costner, ganador como director (“Dance with wolves”) ha obtenido nueve veces la nominación anual Razzie como peor actor y la ha ganado en dos oportunidades, una de ellas como “el peor actor del siglo” en el 2000. Acá, la producción general es buena, el argumento nada sorpresivo y la actuación sigue siendo basada en el mismo esquema. Película para tarde de TV, en la que lo destacable es el atinamiento de los argumentos de Luc Besson para atender al público masivo y el trabajo de uno de sus fotógrafos de confianza Thierry Arbogast (“León”, “The fifth element”, “Arthur and the Mnimoys”, “Bandidas”). Definitivamente, hay que esperar “Taken 3”, de Nesson.

lunes, 21 de julio de 2014

DAWN OF THE PLANET OF THE APES (PLANETA DE LOS SIMIOS: CONFRONTACIÓN)

Se trata de la octava entrega de cinco entre 1968 y 1975, tres entre 2001 y la actualidad, de la saga. En la traducción del título se percibe el desconocimiento de la visión de conjunto, pues esta es una “segunda precuela” donde se explican sus comienzos (“dawn”) y solo se hace referencia a la confrontación. Un enfrentamiento que finalmente haría que el Coronel Taylor (Charlton Heston) en la primera entrega exclamara, al ver parte de la estatua de la libertad casi totalmente enterrada en la arena del desértico planeta: "Oh, Dios mío. He vuelto. Estoy en casa. Todo este tiempo, yo estaba ... y al final lo hicimos... ¡Maníacos!. ¡Lo explotaron todo! ¡Maldito seas! ¡Dios, maldigo las guerras!".
En esta entrega, ya se ha pasado por los experimentos con simios de la anterior, y se produce una excelente metáfora de las causas y consecuencias de la guerra. La rivalidad entre humanos y antropoides luego de un virus gripal simio, lleva a que los pocos grupos de uno y otro lado luchen por la supervivencia. Cesar lidera la convicción de que “simio no mata simio”, mientras que los humanos lo hacen con las demás especies y entre sí. César habrá de reconocer que existen especímenes contrarios a la paz en uno y otro bando.
Esta es hasta ahora la más significativa producción acerca de los simios que hablan. Ya no son simplemente unos seres igual forma corpórea humana y melena abundante, como en las primera películas donde sus frases eran relativamente completas. Ahora son orangutanes, mandriles y gorilas recreados por computador, con su característico andar y largos miembros, que dejan ver emociones en sus huellas faciales y se comunican gesticulando y con soporte en pocas palabras bien expresivas.
Andy Serkis es “César” el líder simio. Con base en técnicas de “simulcam”, “motion capture” o simplemente “mocap”, este actor confirma su Oscar de 2003 por ser Gollum (“Smeagol”) en “El señor de los anillos”. Luego sería “King Kong” en el 2005, bajo la dirección del mismo Peter Jackson.
Ahora ha sido “Cesar” en “Rise of the planet of the apes” de 2011 y en esta “Dawn…” de 2014. Definitivamente una actuación bajo los parámetros plenos de la era digital para una loa por la paz infructuosa.

domingo, 20 de julio de 2014

“BLOCKBUSTERS” VS ART CINEMA

“Edge of tomorrow”, “Trascendence”, “Transformers: Age of extinction”, son el tipo de filmes que nacen para ser éxitos de taquilla. Los elementos están dados con elencos de gran reconocimiento, formatos digitales y 3D, historias simples de entender, argumentos seudocientíficos (SciFic), música grandilocuente y acción que obliga al espectador a mantener su atención en pantalla. Aunque se esté acostumbrado a este tipo de formatos no dejan de sorprender las excelentes obras de edición de “Edge…”, que le permiten repetir una “muerte” de manera tan interesantemente ficticia. También, las buenas especulaciones sobre la vida en “Trascendence”, así como los juegos de gigantismo visual en “Transformers…”.
Al lado, en la cartelera colombiana, medianos productos de terror como “Oculus” o “La casa del fin de los tiempos”.
Otros pequeños títulos de humor desordenado como “Bad Neighbours”, o Buenos Vecinos, “Blended”, o Luna de miel en familia, o algunos algo trascedentes, pero de muy baja taquilla, como “Amor indigo”, “El cielo si existe” o “Bajo la misma estrella”, pugnan por recuperar sus costos.
La competencia es siempre de este talante: “blockbusters”, cine de pequeño formato y cine arte se enfrentan por una demanda monetaria semanal. Si bien el llamado cine arte puede tener gran o pequeño diseño, de lo que se trata acá es de disertar acerca de la frustración de grandes directores y autores acerca de la invencible amenaza de los “blockbusters” en taquilla. No siendo una verdad plena, este cine de éxito comercial está ligado hoy a los mejores avances tecnológicos de carácter audiovisual. Enormes presupuestos que sobrepasan los niveles de US100 millones, fuerte carga publicitaria y redes sociales que las convierten en tendencia, hacen de estas películas algo si bien efímero en gran parte de los casos, benéficamente dinamizante de los flujos económicos de la industria y el comercio, pasando previamente por la investigación y desarrollo (I+D, R+D).
De eso se trata: el “blockbuster” actual se basa en la exhibición de los últimos adelantos de la ciencia del audio y el video, del formato digital y la tercera dimensión. La masa que busca diversión semanal tiende a pagar estos productos de oligopólicos estudios y escapa al cine independiente y las obras de autor que no faltan. De ello se quejan connotados autores del cinema mundial, como Polanski, Von Trier, Almodóvar, Lynch, Bellocchio, Kim Ki DuK, Wong Kar Wai, Deepa Metha e, incluso, un Tarantino, que se sintieron incentivados en un comienzo por la radical baja de costos de producción con las cámaras digitales, pero ahora se declaran vencidos por la invasión de superhéroes, cibernética y “huge budgets” que se llevan tres cuartas partes de la taquilla cotidiana en los países importadores. Debe reconocerse en este escenario que, sin embargo, los distribuidores han puesto siempre a disposición salas específicas para que los filmes “pequeños” sean vistos. Debe reconocerse igualmente a grandes actores de poster su participación en filmes de autor por amor al arte y con soporte en sus personales ganancias previas dentro del cine gigante. Pero la batalla está perdida en términos de una deseada mayor difusión y aunque los pequeños presupuestos sean siempre recuperados gracias a los cinéfilos de siempre, hay un efecto espejo de la sociedad: mayor asistencia a cine de divertimento sencillo, menor taquilla para la reflexión en pantalla.
Para una metáfora: se podría estar en desacuerdo con la llegada a la luna hace 45 años, solo incentivada por la competencia de dos potencias en medio de una guerra fría y un presupuesto de US$20.000 millones de la época destinados por la administración Kennedy. Pero no se puede desconocer su amplia sinergia tecnológica que ha dejado herramientas inalámbricas, sistemas de navegación, detectores de humo, teflones, velcro, joysticks, monitorización y termografía, entre miles de materiales y sistemas que facilitan la vida cotidiana del mundo entero. Así mismo, el “blockbuster” ha permitido que a partir del presente milenio hayan podido ser contadas de manera hermosa las fantasías de J.R.R. Tolkien junto con las de Stan Lee. El “stop motion” y el “simulcam” permiten las creíbles escenas de “Edge…”, “Trascendence…” o “Transformers”, mientras las pantallas verdes o azules facilitan contar historias bíblicas antes imposibles de imaginar, así como las imaginerías hologramáticas han podido revivir icónicas figuras en los escenarios. Pero, todo ello no debe llevar a desfallecer en su tarea a directores del art cinema, autores de culto y buenos productores independientes, que siempre habrán de estar a la saga de los “más vendidos” pero nunca de los más queridos en la cinemateca global.