viernes, 31 de diciembre de 2010
CIUDAD DE VIDA Y MUERTE (CITY OF LIFE AND DEATH) (NANJING! NANJING!)
Con guión y dirección de Lu Chuan, esta película catalogable como una de las más serias y bien desarrolladas del 2010, cuenta aspectos relativamente desconocidos de la guerra chino-japonesa en 1937 y conocida como “la masacre de Nanking”. Se muestran los vejámenes nipones en territorio chino, específicamente a su entrada a la capital en la cual cometen toda las atrocidades que luego el Derecho Internacional Humanitario ha incluido en el derecho público internacional como de lesa humanidad y a partir de la ratificación en los Convenios de Ginebra de 1949 y los protocolos adicionales, como de los convenios de la Haya, todos los cuales tenían protocolos previos de 1907 y 1925.
Los fusilamientos masivos, la defenestración de niños, la violación pactada de mujeres a cambio de comida, son parte de los hechos descubiertos a ojos de la generación global de este milenio.
El blanco y negro es elemento indispensable para mostrar el exabrupto de la guerra sin reatos estéticos del rojo sangre. La matanza de prisioneros de guerra y el pillaje sufridos por los chinos siguen siendo matería de investigación y juzgamiento por parte del Tribunal Militar Internacional de Extremo Oriente, o Tribunal de Guerra de Tokio, establecido después de la Segunda Guerra Mundial, cuyo genocidio está calculado según diversas fuentes entre no menos de 100.000 y cerca de 300.000 muertos de la población civil, aunque Japón alude a ellos como militares en contienda.
“Ciudad de vida y muerte” es un excelente documento político, aunque aviva antiguos sentimientos nacionalistas de retaliación que no son de buen recibo por la comunidad internacional actual, orientada al camino de los ansiados valores de perdón y olvido, propios del escenario de posconflicto entre un poderoso Japón y un gigante Chino, países que hoy son territorios en que predomina la búsqueda de paz y desarrollo. Aún así, la película fue apoyada desde la China a pesar de algunos deseos internos de autocensura y circula mundialmente con reconocimiento universal y bien merecidos galardones artísticos. La similitud entre el inhumano invasor que vence y la población masacrada en 1937 con la posterior estrategia nazi de hornos crematorios y entierros en masivas fosas comunes, sin respeto de edades y géneros es dolorosamente evidente.