En 1987, Oliver Stone dirigió a Michel Douglas, Charlie Sheen y Daryl Hanna. Edward Pressman fue el guionista (reciente, su guión de “Bad Lieutenant”, un tanto regular).
El mismo elenco, sin Daryl y con una aparición incidental de Charlie Sheen repitiendo modos de “Charlie Harper”, su reconocido rol de TV, se repite en “Wall Street: el dinero nunca duerme”. En la primera, fue su padre Martin Sheen quien hizo presencia incidental.
Esta vez es Shia LaBeouf (“Transformers”), el papel coestelar, acompañado de Carey Mulligan (“An education”), Frank Langhella (“Nixon/Frost”), Josh Brolin (“No country for old men”), Susan Sarandon (“Thelma & Louise”) e Eli Wallach (Tuco de “The bad, The good and the ugly”).
La historia de fondo es similar: un joven (Charlie Sheen/Bud Fox en la primera (Shia LaBeouf/Jackob, ahora) se acerca a Gekko (Michel Douglas en ambas películas, ganador del Oscar por la primera) para hacer fortuna en el escenario de la bolsa de valores. La primera vez, el joven descubre poco éticas conductas de Gekko y debe decidir por sí mismo. En la segunda, Gekko ha salido de la cárcel, su hija se ha casado con el joven de quien su mentor se ha suicidado por bancarrota, y utilizará a ambos para una venganza en quien contribuyó a su caída económica.
La película es bien producida, aunque algunos elementos pasarán inadvertidos para el público. Las escenas que son precisamente las que explican la hecatombe del 2008 y su planteamiento de solución: la reunión en el edificio de la Reserva Federal, FED, en Nueva York, donde JP Morgan (con otro nombre en el film) compra Bear Stearns, o la reunión allí mismo, cuando JP Morgan y Goldman Sachs presionan al departamento del Tesoro y a la FED y se decide el “bailout”, o salvamento. El Secretario del Tesoro, Henry Paulson calcula en más de US$500.000 millones (sería de US$850.000 millones y ha subido) lo que habría de ser el salvataje.
Personajes como Warren Buffett, Melissa Francis, Graydon Carter, James Chanos, Sunil Hirani, Thomas M. Joyce, Joe Keenan y Steven Liesman, aparecen como incidentales haciendo de ellos mismos. Son personas acostumbradas a dejar ver sus caras en público, como pasa con el reconocido Donald Trump en TV.
La película se rodó en Nueva York y Dubai con presupuesto de US$70 millones y llegará a triplicar ingresos al igual que se hizo con los US$15 millones de la primera.
El paneo de Oliver Stone, los largos diálogos que intentan retratar la crisis del 2008 sin que el público se sienta plenamente identificado, los efectos especiales en vistas aéreas de neón en las calles de Nueva York, los perfiles de rascacielos transformados en gráficos y curvas estadísticas que van en declive, así como las “burbujas” o pompas de jabón al principio y al final, haciendo metáfora visual de lo que el director cree que fue el desastre de Wall Street, son elementos de ornato que superficializaron el filme que, a pesar de todo ello, se deja ver.