viernes, 26 de noviembre de 2010
COMER REZAR AMAR (EAT PRAY LOVE)
El título de esta película, en segunda persona o como verbo, dicta el orden en que van las cosas dentro del argumento. Del libro del mismo nombre escrito por Elisabeth Gilbert, hace un guión Jennifer Salt en coautoría con el mismo director de la película, Ryan Murphy. Este es un director nato de TV, con “Glee” y “Nip/Tuck”, exitosos productos de la Fox.
Es una historia autobiográfica acerca de un periplo de la autora. El rol de la escritora es de Julia Roberts (41 años) y sus tres amores son interpretados, respectivamente, por Stephen (Billy Crudup), de “Watchmen”, David (James Franco), de “Spiderman” o Felipe (Javier Bardem), la cuota ibérica. Del primero se divorcia, del segundo se disocia por sus propias incertidumbres y del tercero se enamora.
La película es quizá un poster turístico. En la línea de un cine reciente hay películas hechas para promoción de viajes, como las recientes “Cerezos en flor”, que hace turismo por Berlín, el Báltico y el Japón, o “In Bruges”, por Bélgica. Muchos ejemplos pueden citarse de buenos argumentos llevados a la pantalla grande con la intención de introducir en los diálogos muchas sutiles referencias a costumbres, comidas, ritos, sitios. En algunas de ellas aparecen créditos revelando la intención de promocionar un país o una ciudad y el origen oficial de los presupuestos.
“Eat, Pray, Love” es escrita por una promotora turística que escribe guías y artículos de prensa sobre el tema. En el libro lo que hace es sincerarse sobre un cambio radical que buscó en su vida, los sentimientos que la llevan al divorcio, las emociones de un affaire calmado pero más joven y la definición amorosa con otro divorciado.
Es una mirada documental a Italia, India e Indonesia. A la comida romana, la meditación hindú y el amor verdadero en Bali. Llama la atención la humana desorientación del personaje central. Elisabeth no sabe lo que quiere en su vida, recurre a las imágenes que conoce de su oficio y decide hacer un tour solitario desligándose del cuidado de su figura, comiendo, buscando la paz espiritual, rezando, retornando al punto de partida sin prever que iba a encontrar allí el amor.
Los esquemas culturales abundan, la pizza y las pastas con amante latino; la gurú dirigiendo un yoga ritual; el mar y lindos bungalows. La película solo gusta a cómodos pensionados, espectadores impresionables con arquitecturas muy reconocibles y jóvenes absortos por culturas que suponen superiores.
Hay un trasunto egótico de la escritora, una persona sin razones de vida, inmersa en una búsqueda individualista, que parte de una idea hedonista, más cercana al epicureísmo que, si bien no aboga por vicios, si lo hace por placeres basados en la paz interior. Elisabeth, sin embargo, suma a pequeños placeres como el ocio y la comida, el sondeo de elementos de meditación para asegurarse si es en ello donde está la armonía que falta a su mundo interior. Finalmente, culpará a la falta de amor todas las causas de las inseguras percepciones de sí misma y de los demás. Sin embargo, ella no era objeto del vacío de amor, sino sujeto del mismo.
No amas, entonces viaja y amarás, es un muy superficial argumento nacido en una personalidad ciertamente también superflua.