sábado, 6 de noviembre de 2010
SAW 7 (JUEGO MACABRO 7)
Continúa la saga SAW en 3D, “para cerrar con broche de oro el final de esta franquicia” (???) iniciada por James Won. Esta versión dirigida por Kevin Greutert, mantiene su epicentro en Tobin Bell, (Jigsaw) actor quien luego de aparecer en roles de guardaespalda y cameos intrascendentes de forajido, llegó a tener este estelar en 7 entregas.
Cary Elwes (siguiente en el legado si se realizara una entrega 8), Costas Mandylor (el detective que mantuvo el legado de Jigsaw hasta esta entrega), Betsy Russell, etc., hacen parte de toda una serie de actores de no muy alta categoría, pero duchos en el arte de dar cara al dolor y la maldad.
El guión de Patrick Melton es realizado de manera compartida con Marcus Dunstan, quien lo ha sido en las cuatro recientes oportunidades. Dunstan es ahora director y guionista de la nueva saga “El coleccionista”.
Con presupuestos que rondaron los US$1.1, US$3, US$10-12 y ahora US$17, alcanzando recientemente ingresos de US$47 en mercado de origen, es una serie productiva en términos de márgenes de utilidad (300%), sin ser comparables sus costos ni sus ingresos con las magnitudes de otros productos de mayor dimensión masiva.
El contenido semiológico de Saw, más inconsciente que prefijado, es el “pecado” y su expiación mediante el dolor o la muerte. Del latín “peccatum”, este término ha mantenido desde el punto de vista ético una connotación negativa, por lo cual no es estrictamente un concepto religioso. En estos filmes no hay remisiones a Dios o a creencias específicas. Pero, Jigsaw ha mantenido este discurso de “conversión” hacia el bien para quienes logren pasar su serie de pruebas.
En muchos idiomas y lenguas, griego, babilónico, sumerio, chino, se le liga al término pecado con palabras como “camino” o “trabajo”. La virtud es de difícil camino y el trabajo (tripalium, tres palos, yugo) se relaciona con tortura al esclavo, declinando, no en pegar, sino en sufrir. El castigo divino, en algunas religiones, es trabajo. Es así como en las pruebas de Jigsaw hay ingeniería. Sus víctimas tienen que pasar dolorosos o imposibles trabajos enfrentados a sus máquinas, que son observadas por la cámara en tonos oscuros y brumas, ocultando así los defectos y permitiendo disimular la sangre en cantidades generosas. Este cine “gore” rebaja así sus costos a un mínimo, para ligar la expiación a la voluntad de lealtad frente a la amistad, al sacrificio ante el amor, pero todo ello condicionado a la habilidad para desentrañar mecanismos físicos y letales ideados por el icónico “Jigsaw”, representado en un muñeco de ventrílocuo montado en triciclo, tras el cual se esconde John Kramer.
Es un cine con ventajas creativas, pero problemas de asignación. ¿Porqué la creatividad no alcanza a tener mejores propósitos? ¿Es por ello que el público se malversa hacia estos productos? ¿No tiene la creatividad mejores incentivos? ¿Qué pasa con los literatos, los buenos cuentistas, los ansiados guionistas, que lleven al cine a un camino más constructivo?