Un país en conflicto interno, ese término de la teoría política para denominar lo que es una guerra interna, genera invasiones crónicas del lenguaje, ocasiona gastos inútiles enormes que van desde la obviedad del enorme costo de la guerra y de mantener un pie de fuerza que viene a ser el 5º mayor de un mundo conformado por cerca de 198 naciones, hasta enfocar la atención nacional en temas que han probado ser infructuosos.
Nazih Richani, en su estudio sobre Sistemas de guerra, en el 2003, expresaba que un “sistema de guerra”, algo muy diferente a una economía de guerra, se forma bajo tres condiciones claves que son la precariedad o fracaso de los sistemas institucionales adecuados para la tramitación de conflictos, las perspectivas de éxito de las partes desde el ángulo económico que convierte a la guerra en mejor alternativa disponible frente a los costos de la paz y el establecimiento de un equilibrio, o “cómodo impasse”, entre los contendores. Este cómodo impasse es una especie de empate negativo. En Colombia, la subordinación del aparato militar al poder civil, más clara a partir de 1991, no generará golpes de Estado al estilo de los años sesentas, ni cambios radicales en el régimen sino una preeminencia militar en los asuntos del gobierno. Un Ministro de Defensa resulta más “vedette” que un Ministro de asuntos sociales (Trabajo, Salud, Hacienda…). No obstante los altos costos del impasse, la economía política se ha vuelto negativa, lo cual no significa en modo alguno que ello signifique un campo abonado para las negociaciones de paz.
Pero el impasse sigue siendo cómodo. Por ello, un Presidente guerrerista gana los mayores puntos de popularidad de la historia al lado de los malos indicadores sociales. Las universidades recuperan finanzas con la puesta en el mercado de programas de Relaciones Internacionales, Solución de Conflictos y una gran gama de titulaciones relacionadas con el tratamiento de los temas jurídicos en combinación con los de guerra y paz. Las áreas sociales de menor perfil “vedette” estudian los impactos del conflicto en la infancia, en la salud, en la psiquis. Otros programas miran hacia la inseguridad y el delito que tienen imbricaciones con “las violencias”. Dejaron los expertos de denominarse “violentólogos” para continuar siendo analistas "vedettes" del entorno del conflicto.
Es así como, las planas de los periódicos y las pantallas de televisión se llenan de referencias a la violencia cierta de los actores de la guerra estatales, privadas, comunes y demás. Es asi como se escriben y se hace discurso "gurú" de la ciencia de la violencia en todas su formas y en constante desarrollo, sin praxis alguna.
Y en esta vía, aparecen las vedettes periodistas en "cómodo impasse", es estado de latencia que resulta generando réditos a todos los participantes. Las y los columnistas de mayor figuración serán aquellos que comentan, contribuyendo a encender el debate “académico” y las discusiones de lobbying parlamentario. Tratar del tema del conflicto y todos sus componentes políticos, sociales, jurídicos e internacionales darán pantalla. El universo mediático y académico se llena de vedettes que son “gurús” caracterizados por un lenguaje mezcla de tratados densos.
Pero la práctica estudiosa, la persistencia del fenómeno y la destreza en el tema, hacen maestros. Basta con escuchar debates televisivos, leer artículos destacados, observar docentes profundos, para captar la superficialización constante y total del tema original en concordancia con la germinación de esa serie de “famas”, “popularidades” y “prestigios”, que adornan a políticos, periodistas, docentes y tomadores consuetudinarios de tinto en los Juan Valdéz, Omas y demás. Cortázar hablaba de los "famas y los cronopios", de los cuales faltan hoy muchos de los segundos.
En este camino es que el escenario de la guerra interna más larga de la historia contemporánea, que provoca el 14,3% acumulado de los desplazados forzosos de todo el mundo actual, tiene cada vez más vedettes del conflicto.
En el país la ignorancia de habilidades políticas y sociales de democratización de la riqueza en pro de la eliminación de indicadores como los de 60% de pobreza, 25% de miseria, 15% de desempleo y 33% ponderado de informalidad en todos los órdenes sociales, se ha sustituído hace décadas por el camino fácil del mercenarismo, la defensa privada, el paramilitarismo, la guerra sucia y los falsos positivos.
Pero, al escenario cuatrienal debe ascender una figura que bajo promesas y esfuerzos mediatizados por las pantallas, permita la continuidad del “cómodo impasse” que genera mercados bélicos, industrias de guerra, instituciones temáticas y organizaciones especializadas en esa realidad que hay que “aceptar y aprender”. Y es en ese escenario donde rampantes circulan los periodistas estrellas,los gurús académicos y las carreras políticas impulsadas por ese execrable e inútil “vedettismo” experto en los temas de la muerte y analfabeto en la búsqueda de la felicidad compartida, dado el escenario de cómodo impasse que favorece sus dudosos brillos.